26.

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Me cuesta abrir los ojos, cuando después de unos minutos, siguen llamando insistentemente a la puerta. ¿No se dan por aludidos cuando al tercer toque no abres?

Anoche, cuando llegué aquí, Lia ya estaba dormida, ni siquiera hice intento de despertarla, casi no podía moverme. Tenía el cuerpo demasiado tensionado y la mente hecha papilla, suficiente había tenido con llegar hasta la cama.

El reloj de la mesilla, marcaba las 17:00 p.m ¿Había dormido toda la mañana? No me extrañaría. Abrí la puerta con la vaguería tallada en mi cuerpo. Al otro lado, el mejor amigo de mi hermana esperaba impaciente, al verlo, simplemente abrí por completo y sin nada que decir volví a tirarme sobre mi colchón dejando que fuera él quien cerrara la puerta al pasar. Por unos segundos la habitación se sumió en un silencio bastante molesto.

- ¿Qué tienes para contarme? - pregunté girando mi rostro para verlo de soslayo sentado en la cama perfectamente estirada de Lia.

- ¿Qué te ha pasado? - preguntó él en respuesta. Un suspiro cansado salió de mi antes de mirarlo realmente mal y continuar en silencio. - No me lo cuentes si no quieres, pero necesitas limpiar esas heridas si no quieres que se infecten.

- Lo sé, ¿puedes simplemente contarme lo que hayas venido a contar para que yo pueda seguir con mi rutina? - dije ignorando que Tiago se había levantado y rebuscaba algo entre los cajones.

- Déjame ayudarte, no tardo nada - dijo sujetando algunas gasas en mi dirección. Por unos segundos la imágen de Connor con la misma intención cruzó mi mente y asentí. - Tu hermana está en Londres, un internado en la capital - dijo mientras se acercaba a sentarse en el borde de mi cama.

- Eso ya lo sé - siseé al notar la gasa aplastarse contra mi ceja. Escuece.

- De Eric no puedo decirte mucho, fuí a verle hace un par de días. Sigue sin salir para nada. Sin embargo Aster parece que lleva bien el cambio, también sé que la han aceptado allí por tu padre. Se ha dedicado ha hacer pequeñas inversiones en aquel sitio, pero no creo que ella lo sepa, sigue pensando que es todo un héroe por lo que debe pensar que han sido sus propios méritos ¡Qué ilusa! - continuó. Mi estómago se revolvió presa del asco y el resentimiento. "Un héroe". No puede estar más equivocada.

No tardé demasiado tiempo en despedirme de Tiago, agradecí su ayuda y poco después de que hubiera terminado lo acompañé a la entrada del edificio.

Llamé de nuevo a la puerta de la enfermería. Cassandra llevaba allí demasiado tiempo y eso no me producía una buena sensación. La enfermera que hace unos días me frió a preguntas, estaba allí, fue quien abrió la puerta.

Cass también estaba allí, tumbada en la cama, algo pálida. Pero estaba despierta. Me acerqué a la cama nada más entrar. Solté un suspiro y antes de siquiera decir nada, saqué del bolsillo un pedazo de bizcocho que había conseguido coger extra del comedor. Estaba algo mal envuelto pero, se lo tendí igual.

- Tienes que estar muerta de hambre tanto tiempo dormida - dije. Ella me miró con cierta sorpresa. Sus ojos parecían mucho más grandes ahora, también más hundidos por las notables ojeras que los acompañaban. Se veía realmente mal, pero decidí no comentar nada sobre su aspecto. Estoy seguro que ella era consciente de eso ya. - Es de chocolate - agregué cuando no lo cogía.

- Ya he comido - respondió una vez la enferma salió de la habitación

- Ya bueno, es que te lo tienes que comer igual - dije encogiéndome de hombros - ha sido orden del pequeño Bruce, yo solo cumplo con lo que me manda - continué haciéndola reír. Esta vez sí, agarró el bizcocho de mi mano y lo probó.

- ¿Qué te ha pasado? - comentó segundos después señalando mi ceja. Ya no está tan ensangrentada como esta mañana. Aunque no me hizo demasiada gracia, Tiago se ocupó de eso.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora