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Connor Dawson

De nuevo los tres en el coche. Yo conducía, Ada parloteaba a mi lado y Axel, bueno, no estaba demasiado presente en ese momento. Se mantuvo callado todo el viaje de vuelta.

La entrega de hoy no había salido como esperábamos. Ada se había mantenido todo el tiempo en el coche, por lo que no vió nada, pero él y yo sí que entramos.

Aunque Axel no estuvo muy de acuerdo con mi compañía, me negué a dejarlo entrar solo. Esta vez era distinta de otras, el lugar en el que se había acordado que se llevaría a cabo el acuerdo, era muy peligroso, poco concurrido y oscuro.

Un antro a las afueras de Munich no era un lugar adecuado para unos simples chicos.

Axel realmente se había enfadado cuando me negué a quedarme en el coche. Ya sé que ha repetido muchas veces que no necesita mi ayuda, de hecho más de las que puedo recordar. Pero realmente no lo hago porque crea que él necesite mi ayuda, es solo que no puedo evitar preocuparme.

El lugar estaba repleto de gente en estado de deterioro, todo allí se veía oscuro, desfigurado. Las farolas parpadeaban, los cristales de los locales estaban rotos, el único que se veía más decente era el sitio previsto. La música del interior resonaba desde lejos, y se podían diferenciar algunas sombras con forma humana en la entrada.

Axel andaba seguro hacía la puerta del local, con la bolsa que debíamos entregar colgada al hombro. Parecía saber muy bien lo que hacía, como si en su cabeza no hubiera lugar para las dudas. Yo lo seguía de cerca, un paso por detrás, mientras miraba a todos lados alarmado por cualquier ruido. Una vez dentro, me quedé paralizado en la puerta. Mi cuerpo se tenso notablemente impidiendome seguir el paso decidido de Axel.

Allí, había chicas que bailaban en un escenario improvisado y sobre todo hombres, riendo, bebiendo, gritando, alguno se tambaleaba, otros hacían resonar sus palabras por encima de la música y creo que incluso presencié lo que sería el inicio de una pelea. Alguien tiró de mi brazo obligándome a avanzar. Escuché el resoplido de Axel al ver la mesa en la que se suponía que debía de estar nuestra bolsa. Unos chicos, algo más mayores que nosotros, reían a carcajadas paśandose la bolsa de unos a otros.

- Lo que me faltaba - dijo el castaño en un suspiro antes de acercarse a la mesa.

Yo me quedé detrás, no estaba asustado, más bien aterrorizado, mis piernas no respondían, y mi único pensamiento racional me decía que me marchara de allí.

- ¡Lucián! - gritó Axel haciéndose escuchar por encima de las risas - Tienes algo que me pertenece - dijo una vez tuvo la atención de los presentes. Su expresión destacaba por la falta de emoción. Era imposible leer lo que podía estar pasando por su mente, no era la primera vez que veía esta faceta de Axel, aún así, no me gustaba, prefería escuchar sus comentarios burlándose de cualquiera.

- El Diosado exiliado - dijo uno de los chicos sentados en la mesa. Era moreno, no mucho más mayor que nosotros.

- ¿Qué pensaría tu hermana si se entera de tu aparición por aquí? ¿Y tu padre? Creo recordar, que el señor Cuervo no estaba muy contento por tu trabajo Lucián - habló Axel en un tono serio pero aún así sin dejar de lado el toque de burla que utilizaba con todos.

- Lo dices como si fueras la estrella de tu familia. No eres más que otra oveja negra apartada, como Ada, saluda a mi hermana cuando vuelvas, dile que estamos más que bien sin ella por casa aturdiendo a todos - rió el chico haciendo que el resto que lo acompañaban rieran también.

¿Hermano de Ada? Sí sabía que ella no se llevaba extremadamente bien con su familia a excepción de Jace, ahora entiendo el porqué.

- Una oveja negra que puede partirte la cara si quiere. Ahora dame la bolsa, tengo más cosas que hacer - dijo Axel.

Entre combates y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora