Capítulo XXXI

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Parte II, capítulo final.

—Buenos días, princesa mía.—susurra, dejando un suave beso sobre mis labios, haciendo que me despertase.

—No hagas eso, Naím.—me quejo.

—¿Hacer qué, preciosa?

—Besarme, cuando ni siquiera me he lavado los dientes; es asqueroso, Naím.—hago puchero.

—Para mí no lo es.—alza los hombros—Además, cuando nos casemos, no solo te besaré al despertar, hermosa.

—¿Cuando nos casemos?—salto de la cama y me siento—¿Estás pensando en proponerme matrimonio o qué? Desde ahora te digo que no; estoy muy joven para casarme, querido.

—Eres tan hermosa, y me causas tanta ternura cuando te pones histérica, preciosa.—suelta una risita reconfortante—No te pediré matrimonio, mujer arisca, sería muy apresurado; pero no prometo que no lo haré algún día, hermosa.

—Tontito, me asustaste.

—Te preparé el desayuno, preciosa.

—¿De verdad, modelito?—pregunto sorprendida.

—Sí, de verdad, chiquita.

—Ay, eres tan hermoso.—me pongo de rodillas sobre la cama y lo abrazo, rodeando su cuello con mis brazos, para depositar un sin números de besos por todo su cuello.

—Anoche me moría de frío, necesitaba que me abrazaras, preciosa.—dice, tomándome de la cintura—Pensé en venir a tu habitación y así dormir acurrucados, pero prometí respetar tu espacio.

—¿Cuándo prometiste eso, exactamente?

—Ayer, en el camino, me dije a mí mismo: "Respeta su espacio, hombre."—suelto una gran carcajada.

—Ternurita mía, yo también me moría de frío, pero ni modo, no viniste, y creí que querías hacerlo.

—¿Bromeas, mujer? —me mira a los ojos—Mi mayor sueño es dormir contigo, y protegerte toda la noche; quiero cuidar tus sueños y esperar con ansias tu despertar, princesa.

—Pero si soy muy inquieta cuando duermo.

—Pues subiré un pie encima de ti, así no te mueves tanto, chiquita.—me da un golpecito en la punta de la nariz y sonríe.

[...]

—¿En serio haremos un picnic aquí?—pregunto señalando la playa, y observando la cesta junto a él.

—Así es, chiquita.—sonríe con serenidad—¿Qué mejor vista que las olas del mar y tu hermosa carita?

—¿Y qué hay de la arena?—insisto.

—Por la arena no te preocupes; traje una manta, descuida, confía en mí, preciosa.

—Siempre piensas en todo, por Dios, por eso me encantas. Desde que te tengo, me estreso menos.

—Y sí que me tienes, mujer.—suelta cada palabra lentamente y acaricia mi rostro.

—Aquí es cuando debo matar la magia, ternurita.—ambos reímos—Tengo hambre, a ver, ¿Qué trajiste?

—Ya verás, hermosa.—saca una manta azul perfectamente doblada, y la coloca sobre la arena, el sol ocultándose y reflejando el anaranjado en el agua—Traje waffles con frutas, una botella de vino tinto, copas, uvas verdes y más frutas.

—Eres un amor, ¿Sabías?—sonrío como tonta, viendo como saca todo de la cesta.

Después de reír y comer waffles con frutas, Naím abre la botella de vino; estamos sentados sobre la manta, él me envuelve entre sus brazos desde atrásy nos quedamos en esta posición por un rato.

"Maldito Fuck Boy."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora