Capítulo 29

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Septiembre 13, 1990

Hoy Ji Sung me dijo que él y mamá no habían buscado tener un bebé, pero que no me cambiaría por nada en el mundo.

Ojalá mamá algún día pudiese decirme algo similar.

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Para cuando Jungkook volvió a llamarlo al día siguiente, Jimin se encontraba bastante peor.

— ¿Cómo te encuentras, cariño?

— Fatal — reconoció con un hilo de voz.

— De acuerdo. Ahora mismo iré a verte.

— No hace falta, Jungkook.

— ¿Llamarás a un médico? — preguntó escéptico.

— No hace falta. Me tomaré algo.

— Iré a verte, Jimin — insistió. — No entiendo qué problema tienes con los médicos.

— No me gustan los médicos — confesó con un quejido vergonzoso.

Jungkook no pudo más que reír.

— Pero yo sí te gusto ¿no?

— Sí.

— Genial, entonces yo mismo iré a verte.

Cuando Jungkook llegó al departamento, Sasha se encontraba allí y se había preocupado bastante al ver al chico tan decaído.

Se presentó como el médico de Jimin y fue directamente a la habitación de éste.

— Cariño, ¿cómo estás? — inquirió sentándose en el borde de la cama.

Se le veía débil. El rostro colorado y sudoroso por la fiebre que no lograba remitir, y los ojos levemente enrojecidos.

— No muy bien — confesó con un intento de sonrisa. — Tengo escalofríos y bastante tos. Pero me duele todo el cuerpo al toser e incluso al respirar — se quejó.

— Esto no se ve bien, cariño — dijo preocupado ayudándolo a sentarse en la cama. — ¿Dónde te duele?

— El tórax mayormente — explicó. — Pero siento apaleado todo el cuerpo.

Jungkook le hizo un reconocimiento, auscultando sus pulmones y su respiración antes de sugerirle llevarlo al hospital.

— Oh, Jungkook, no creo que haga falta — dijo volviendo a tumbarse en la cama.

— Yo creo que sí — le contradijo. — Me gustaría que te hiciéramos una radiografía

— ¿Una radiografía? ¿Por una gripe? No creo que debamos despilfarrar los recursos del hospital — sonrió cerrando los ojos mientras estiraba la mano para entrelazarla con la de él.

— Cariño, insisto. Deberíamos hacer una radiografía. Podría ser neumonía, Minnie.

— Oh, no lo creo.

— ¿Qué tal si dejas que yo lo decida, considerando que soy el médico?

— Es que tú exageras.

— Tal vez sí, pero si no quieres que te lleve por la fuerza, mejor será que aceptes venir conmigo. Te prometo que te traeré de vuelta si no es nada.

— Tú eres pediatra — discutió.

— Lo sé. Te dejaré en manos de un médico de adultos, si lo prefieres.

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