Capítulo 36

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Diciembre 14, 2005

¿Y ahora qué?

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Los dedos de Jimin recorrían su pecho acariciantes y poco a poco fueron despertándole.

— Mmm, Buenos días — gimió volviéndose hacia él y apretándolo contra su pecho.

Buenos días — ronroneó el besando su cuello mientras lo rodeaba con sus brazos para apoyar las manos sugerentemente sobre sus glúteos.

Lo empujó para dejarlo recostado sobre la cama y se tumbó sobre el escondiendo su rostro entre el cuello y el hombro de Jimin.

— Parece que alguien se ha despertado un poco juguetón.

— Parece que sí — confesó seductor y le hizo reír.

— Te amo, cariño— confesó antes de mirarlo fijamente.

— Demuéstrame cuánto.

La carcajada feliz de Jungkook resonó en el departamento.

— ¿Cómo quieres que te lo demuestre?

— No sé. Teniendo en cuenta que estamos en la cama y ambos estamos desnudos...

— Ya — dijo burlón recostándose entre sus piernas. — Tienes suerte de mi erección mañanera...

— Tengo suerte — rio a su vez antes de volcarse sobre sus labios.

Una hora después estaban sentados en la isla de la cocina, frente a sendos platos con suculentos desayunos.

— Creo que estoy engordando — comentó Jimin tragándose sus tostadas francesas.

— ¡Qué va! Estás perfecto.

— No lo creo. No me creo capaz de meterme en una de mis mallas.

— Pues compraremos mallas nuevas.

— Para cuando el doctor Kang me autorice a retomar mis ensayos, sólo cabré en sacos de papas.

— Exagerado — rio divertido.

Abatido apoyó la frente sobre la fría superficie de la mesada.

— Dios, Jungkook. Tengo que hacer algo. Debería ponerme a dieta, o al menos dejar de comer así.

— No digas tonterías, Jimin, no estás gordo.

— Para ser un ser humano tal vez no, pero para ser bailarín, tengo al menos tres o cuatro kilos de más.

— Nunca entenderé por qué los bailarines tenéis que ser tan fit.

— No tenemos que ser fit, pero si pretendes que te levante con un brazo y te haga dar giros por el escenario sin perder la sonrisa ni el aire de los pulmones, debes intentar hacérselo tan fácil como sea posible.

Jungkook comprendió su preocupación. En ese último mes, aunque no lo había expresado abiertamente muy a menudo, se había estado afligiendo mucho pensando en lo que pasaría con su carrera.

— El médico dijo que tardarías al menos dos meses en poder regresar...

— Sí. Llevo un mes y he subido muchísimo de peso, no quiero imaginar lo que puede suceder en un mes más.

— Muchísimo — dijo incrédulo. — No has subido muchísimo, cariño, pero si de verdad te preocupa, que veo que así es, nos pondremos a dieta.

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