Capítulo 31

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Diciembre 26, 1992

Jeon Namjoon ha vuelto a Busan por las vacaciones de Navidad y ha venido con su novio, Seokjin.

Hoy Jungkook y yo fuimos con ellos a la bolera.

Seokjin es un encanto, además de ser precioso es simpático y a pesar de que es tres años mayor que yo, nos llevamos de maravilla.

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Min Ho se volvió hacia el acuchillándolo con la frialdad de su mirada.

— ¿Disculpa? ¿Qué has dicho? — preguntó entre dientes.

Bajó la mirada nervioso.

— No quiero que sigamos juntos como pareja.

— ¿Puedes explicármelo mejor?

— Creo que sería un error que nos casáramos.

— Ah, sí ¿y por qué?

— No estamos enamorados.

— Ah, no ¿y por qué estamos juntos, entonces?

— Qué sé yo, Min Ho. Supongo que por costumbre.

— Por costumbre — repitió acercándose a él amenazadoramente. — Por costumbre. Explícate, Jimin, por favor.

— Ya lo sabes, Min Ho.

— No, no lo sé.

— Es eso. Yo no estoy enamorado de ti. No te amo de la forma que quiero amar a la persona con la que vaya a casarme.

— ¿A qué se debe todo esto, Jimin? ¿Crees que después de diez años puedes simplemente venir y decirme, lo siento, se acabó?

— No me has dejado opción, Min Ho.

— ¿Qué significa que no te he dejado opción?

— Has estado aquí por cinco minutos y ahora te marchas para decirme que no volverás por un mes o más. ¿Cuándo se supone que voy a hablar contigo?

— No ahora, por descontado.

— Lo siento, pero tenía que decírtelo antes de que te marcharas.

— Desde luego que esta conversación no acaba aquí, Jimin.

— Hablemos. Cambia tus billetes. Creo que esta conversación requiere más tiempo.

— Pues yo no puedo ahora. Gracias a ti — replicó con sarcasmo dándose la vuelta para coger su maleta — tengo que volar a Ilsan hoy mismo.

— Déjalo aunque sea para mañana, Min Ho. Esto es importante.

— No tengo tiempo para niñerías — dijo despectivo. — Vete a la cama, ¿quieres? Ya hablaremos.

— Espera, Min Ho — gritó viéndolo salir del departamento sin mirarlo siquiera.

Agotado se dejó caer sobre el sillón de la sala, cuando vio a Sasha acercarse a él desde la cocina.

— Señor Jimin — le dijo ayudándolo a levantarse. — Debería irse a la cama.

— Lo sé, Sasha — accedió dejándose acompañar por la mujer hasta la cama.

Sasha lo arropó con cariño.

— ¿Quiere que le traiga algo para comer?

— Gracias, Sasha. No tengo hambre.

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