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Contra todo pronóstico, Ran tuvo que ir junto a Rin el fin de semana a casa de sus padres. Detesta ir, no tiene buenos recuerdos en donde antes suponía ser su bonito hogar.

Tiene buenos recuerdos, cuando su madre los acostaba a dormir de pequeños luego de contar un sueño y Rindou no podía dormir, entonces le enseñó que debía fingir dormir. Pasó varias noches en vela así, cuidando a Rin pequeño que caía profundamente dormido luego de fingir, escuchando por si solo las discusiones de sus padres.

Llevo las manos a sus bolsillos, no tienen una gran familia, son ellos cuatro nada más. O por lo menos espera que siga así.

Tiene un hermanastro, Wakasa Imaushi, el cual cuando pudo huyó de casa, está en sus veintes casi treinta, maneja un gym y está saliendo con el hermano mayor de Izana, pero no se hablan. Parece como si la tierra se lo hubiera tragado luego de abandonar la casa. Abandonó la casa a los 15 años, sorprendentemente, nadie le dijo nada, pudo pero tampoco se independizó del todo, emprendió en el bajo mundo hasta que el gran Shinichiro lo evangelizó y la madre de Benkei lo aceptó en su casa.

Pensó varias veces seguir su camino, pero él jamás sería capaz de abandonar a su suerte a Rindou, eran ambos o nada. Aún sigue manteniendolo, son un combo dos por uno.

Y cuando Rin le dio la noticia aburrido, se vio en obligación de ir. Abre la puerta de la casa, lo primero que ve es a su padre omega, corriendo de un lado a otro llamando seguro a la nueva mascota que tiene, y dicho y hecho, apareció un pequeño erizo.

—Nunca te cansas de recoger animales, viejo.

—¡Niños! —Los volteó a mirar con una sonrisa.

La vista más hermosa es él, en sus tiempos fue un omega realmente aclamado, no tiene duda alguna de ello, su belleza etérea y su voz angelical, realmente si hubiera llegado a tener un hijo omega, sería la sensación, pero tuvo a cambio tres alfas.

Rindou se acercó a abrazarlo, tenían una buena relación. Él solo saludó desde lejos con una mueca que intentó ser una sonrisa, suspiró y siguió hasta la cocina, donde ya escuchaba cosas caerse y manos llevando las cosas de un lado a otro.

Ahí estaba su madre, se recargó en la puerta y la vio, la alfa pura más arrogante aue existía, su ejemplo de alfa de pequeño, tenía una mueca de concentración mientras cortaba los vegetales que tenía en la tabla con rapidez siendo cortes pulcros y perfectos.

—Belleza del Olimpo —La llamó burlón. Con toda la intención de desconcentrarla.

No le hizo caso, pero terminó lo que hacía aún más rápido, para luego voltear y observarlo con una mirada inexpresiva, que juraba si no fuera por los exámenes de sangre, era idéntica a la de Wakasa.

—Hm, hola, Ran ¿Ya saludaste a tu padre?

—Sí, ya lo saludé.

La conversación acabó así, ella volvió a lo que hacía asintiendo lentamente con la cabeza, él se dio una media vuelta y salió de ahí.

Esa casa... realmente no era algo que se sintiera como un hogar.

Y mientras volvía con su padre y su hermano, pudo escuchar a Rin hablar animadamente, contando que tenía un admirador, escuchó el jadeo sorprendido de su padre y pudo sentir la emoción de que su hijo ya estuviera literalmente saliendo del nido, empezando a cortejar a un omega.

—No estamos enamorados, basta —Rodó los ojos al entrar. Su padre dio un salto, su hermano ya acostumbrado solo le sacó el dedo del medio.

—¡Es increíble que haya un omega que te llama la atención! Deberías presentarlo.

Alfa Equivocado ; RanleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora