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—Mamá, iremos a mi habitación— avisé antes de subir las escaleras.

—Nena, tu primo está durmiendo en tu cama— apareció por el pasillo de la cocina —será mejor que se queden acá en lo que despierta.

—Creo que mejor vamos a casa de anya— me iba a ir cuando vi a mi madre con los brazos cruzados.

—Ángeles— regaño mi querida madre.

—Solo déjame cambiarme y regreso— trataba de salir de esa incómoda situación.

Mi madre solo asintio y corrí escaleras arriba solo para cambiarme de ropa ya luego me bañaba. Mi primo de 15 años estaba dormido en mi cama y se le veía muy profundo, la última vez que lo había visto el tenía tan solo 11 años y ahora era todo un gran hombre. ¡Hasta podría ser más alto que yo! Bueno. Cualquiera podría ser más alto que yo.

Aunque me encantaría saber que le dan a los niños de ahora para que se vean así, tengo 16 años y aún no tengo esa clase de glow up.

Con cuidado salí de mi habitación y baje al comedor donde parecía que estaban todos, me puse de pie entre alex y chris. —Ma, ¿y ese milagro que saliste hoy temprano?

—Tu tía me había dicho que vendría y me tomé la tarde libre — dejó un par de platos sobre la mesa —hice lasaña— me miró —y de tu favorita— sonreí con complicidad.

Rápidamente me senté en mi lugar junto a mi tía y alex, mi madre llegó hasta mi y dejo una rebanada de lasaña sobre mi plato, se veía super apetitosa. —Tan deliciosa como siempre— habló anya con la boca llena.

—Gracias por el cumplido, querida— mi madre le regaló una sonrisa amable.

Comenzamos a comer muy normal todo y comenzaba a ser muy extraño que mi tía no dijera absolutamente nada, viniendo de ella ya le habría hecho un expediente a christopher, ¡hasta habría preguntado cuando fue su primera vez y con quien!

—¿Christopher, no?— preguntó la susodicha.

Mejor cierro el hocico antes de que la vida me siga pateando la cara.

—Así es— se limpio la boca con la servilleta.

—¿No te molesta que te haga unas cuantas preguntas cortas, no?— su falsa amabilidad era irritante.

Christopher miró en mi dirección buscando mi autorización, simplemente me encogí de hombros. —Adelante— la cortesía en la voz de christopher cada vez me sorprendía más.

—Bien— mi tía tomó un poco de agua antes de empezar su rol de FBI. —¿Vas a la misma escuela que ángeles?— su tono era de completa seriedad. Ella no estaba jugando.

—Sí— a chris eso le pareció sorprender.

—Te ves un tanto mayor que mi sobrina... ¿Cual es tu edad?— entrecerro los ojos, expectante.

—17 años, señora.

—No me digas señora, Susana para usted.— se recostó sobre el respaldar.

Que puta tan odiosa.

—Perdón— chris se removió en su silla, incómodo.

—¿Van al mismo salón? Tienes más edad. Si es así entonces, ¿volviste a repetir curso? O ¿solo se conocieron por el pasillo?— sus manos estaban en la orilla de la mesa, muy a la defensiva.

—¡Basta!— intervine —Ni siquiera vengo a presentarlo, ¡es solo un jodido amigo!— mi paciencia sobre pasó mis límites.

—¡Sofía! ¡Cuida esa boca!— mi madre me señaló enojada.

—Yo solo hice unas simples preguntas. Quiero respuestas.— se cruzó de brazos.

—Soy un año mayor que las tres. Voy a un bachiller diferente que el de ellas, pero es la misma secundaria— señaló a mis amigas y a mi con la cabeza.

—Bien— volvió a darle un sorbo al baso con agua —¿cuándo es tu cumpleaños?

—13 de noviembre.

—Oh espera. ¿Cumples 18 éste año?— la cara sorprendida de todas en la mesa era evidente. ¡Ni siquiera yo lo sabía!

—Me rebajaron un año por mudanza. No sé si lo sospechara pero español no soy y por cambiar de residencia algunos papeles se perdieron y, etc. Es una larga historia— frunció los labios.

—Bien. ¿Dónde viv...— iban a proseguir con él interrogatorio cuando mi primo aparece como un Salvador.

—Ya detente, ma— su voz masculina hizo eco por el comedor. Estaba recién levantado —vas a espantarle el novio a ángeles— revolvió mi cabello cuando llego hasta mí —y es el primer valiente. No lo estropees.

—¡Kevin!— me quejé.

—Estás haciendo lo mismo que hiciste con fran— me ignoró —y ¿que pasó? Se fue a Estados Unidos.

—El y yo no teníamos nada— me defendí.

—Gracias a mi madre, no.

Desapareció por la cocina dejando un silencio bastante incómodo. —Bueno, christopher— Le sonrió. —¿te apetece un poco de postre?

—Con mucho gusto— dijo, muy animado.

Mi madre fue hasta la cocina a buscar quien sabe qué postre. Anya comenzó una conversación con mi tía y ahí se fue uniendo kevin a nosotros —quien solo se burlaba de las cosas que decía su madre—. Pasamos una cena bastante tranquila y amena, parecía difícil de creer que mi tía se haya controlado con sus preguntas de señora chismosa.

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