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Mi última clase había terminado quince minutos antes porque había mal tiempo, yo siempre era la última en salir porque no me gustaba cuando todos salían como vacas en soltura.

Ya estaba de camino a la puerta cuando esta se abre de golpe causando que me asuste. Christopher apareció por ella con no muy bien semblante, miró el interruptor en la pared y lo bajó haciendo que las luces se apagaran y quedemos casi a oscuras, si no fuera por el poco reflejo del día nublado casi nos quedamos en una oscuridad profunda.

—Se puede saber, ¿qué mierda traes con tu maldito profesor de geografía?— estaba furioso, muy furioso.

—Nada— murmure asustada.

—Angeles, no me mientas— por lo poco que veía su mandíbula estaba muy apretada.

—Chris cálmate— mis manos temblaban del miedo, nunca lo había visto así.

—¿Qué hicieron en ese salón solos?— su cuerpo se movió en mi dirección.

—Solo hablamos...— retrocedía con cada paso que el daba hacía mí.

—¿No podían hablar en mi salón? ¿Que tan íntimo era su conversación para que nadie más los escuchara?— cuestionó, entre dientes.

—Chris me estás asustando— susurre a punto de llorar.

Al parecer eso le hizo entrar en razón, miró por la ventana mientras cerraba los puños a su costado. Llegó finalmente frente a mí e hizo que dejara mi mochila sobre mi banca.

—Yo soy mejor que él, eso te lo aseguro.— y sin poder protestar besó mis labios.

Últimamente me he dado cuenta que los besos de christopher, para mí, son como una criptonita. Hace que mis miedos y enojos se esfumen, mis piernas comiencen a fallar y mi cuerpo reaccione a la manera en la que a él le plazca.

Sus besos eran con gran exigencia y rudeza, sentía como palpitaban mis labios gracias a las mordidas y chupadas. La lluvia había comenzado a caer con fuerza golpeando la ventana.

En un movimiento inconsciente levante mi pierna como muestra de que me levantara para así enrollar mis piernas en su cintura, sentí el frío de la pared chocar con mi espalda haciéndome soltar un leve jadeo, christopher gruñó sobre mis labios y me estrujo su parte con la mía.

Sabía que si gemía no se escucharía gracias al vendaval que estaba cayendo fuera así que sin temor dejé salir mis sonidos de placer. Christopher me dejó sobre la banca que estaba en la esquina donde se veía más oscuro todavía, se acomodó bien entre mis piernas y pude sentir aún más su bulto.

Dios... Esto es tan rico.

Mi cuerpo exigía más placer, ser explorado, que me tocara como lo había hecho antes y que me haga correr como sólo él sabía hacerlo.

En busca de más placer tomé sus manos de mi cintura y las metí dentro de mí falda, christopher dejó mis labios para pasar a mi cuello y atacar allí con lamidas y mordidas, yo solo podía gemir sin control. Sus dedos acariciaban por encima de mi corto pantalón lycra, provocandome.

Me sentía desesperada así que me impulse un poco hacia arriba y bajé mi pantalón con las bragas, christopher estaba muy sorprendido por mi acción y sonrió al entender lo que quería.

—Ruegame para que lo haga— su aliento hacia cosquillas sobre la piel de mi cuello —ruegame para que te haga mía una vez más— con fuerza mordió y succionó la zona.

Agarré su mano y la puse en mi entrada. —quiero que me hagas gemir tan fuerte hasta que lo único que se escuche por el pasillo sean mis gemidos y no la lluvia.

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