Veintiuno

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¿Cuantas veces Ae había mirado de soslayo a Pete mientras comía de su plato? Eran tantas que podía contarlas. Llegó el momento en el que se sintió como si fuese un adolescente nuevamente, mirando a escondidas a un compañero.

Es justo lo que estoy haciendo debió reconocer.

Pero había algo de Pete que lo ponía un poco nervioso. Un poco demasiado a decir verdad. Ae no estaba seguro de qué era exactamente lo que lo hacía sentir así, y eso era lo que lo obligaba a mirar de vez en cuando, ver si descubría qué era.

No, estaba mintiéndose. Sabía lo que era. El hecho era que Pete era terriblemente parecido al Tutor de estas últimas semanas, de los últimos casi dos meses. Tenía la misma mirada llena de apego y bondad, los modales en toda ocasión acompañados de una sonrisa angelical. Y ahora el hecho de que el plato que preparó fuera el mismo que...

No, Ae sacudió la cabeza. Estaba pensando bobadas. Quiso reírse de sí mismo por la ocurrencia que estuvo a punto de tener. Estaba aquí en busca de Tutor, intentando que se abriera a él, no para aterrorizarse por su gemelo y una idea absurda. Fue feliz cuando terminaron el plato.

—Si me indicas dónde puedo guardar las cosas en su lugar después de lavarlas —se ofreció. Pete negó.

—No hace falta. Será mejor que subas, viniste por tu esposo no para ser el sirviente de su hermano —Pete se rió de sus propias palabras—. Ya has hecho suficiente, gracias —El corazón de Ae lo traicionó en ese momento.

Tum-tum-tum-tum

¿Por qué estaba latiendo tan rápido?

Se removió y le devolvió una sonrisa, intentando seguir el tono amistoso y bromista de Pete.

—No lo digas de esa forma —aunque era cierto que debía subir las escaleras. Y tal vez fuera mejor que lo hiciera ahora mismo—. Iré arriba. Gracias por hospedarme —lo dijo ya en el pie de las escaleras y no miró atrás.

***

Cuando Ae abrió la puerta de la habitación, vio a Tutor dormido y suspiró. Acercándose se sentó a un lado de la cama y estiro su mano, acomodándole un poco el cabello. Tutor no despertó. Dormido, tenía que reconocer Ae, se veía más cansado que despierto, más pálido también y podía notar una sombra oscura debajo de sus ojos, también sobresalía los huesos allí donde debía haber pómulos prominentes y saludables.

¿Cómo había adelgazado tanto?

Ae respiró hondo. Hasta ahora, Tutor no había abierto la boca, pero él le había dicho una y otra vez que no se preocupara, que le creería y apoyaría sin importar lo que le dijese. Aun así, Tutor dijo lo siento una sola vez antes de abrazarlo por el tiempo más largo hasta ahora.

Sus dedos volvieron a deslizarse por el cabello de su esposo y notó algo más. Lo tenía más corto que hace unos días. ¿Se lo habría cortado al llegar?

Tutor se movió pero no despertó. Ae se sacó se recostó de lado, mirándolo a la cara. Se acercó, dejando su rostro a nada de distancia del de Tutor y aspiró por la nariz. Entonces frunció el ceño. Había otro aroma ¿Habría Tutor cambiado su shampoo, el desodorante o tal vez su perfume?

De repente, Tutor abrió los ojos y Ae le sonrió.

—Perdón, no quería despertarte —y cerró los ojos, acortando la escasa distancia que los separaba en un intento de beso, sin embargo, los labios sobre los que se posó no reaccionaron en lo absoluto y se sintió estúpido por lo que se apartó, abriendo sus ojos—. ¿Tutor?

—Viste las fotos en mi computadora.

No era una pregunta. Ae suspiró.

—Sí. También el email que Trump te envió.

Tutor respiró hondo, parecía cansado, como si esta discusión se hubiera reproducido una y otra vez pero ese no era el caso.

—No fue él —dijo apenas en un hilo de voz.

—¿Cómo? —Preguntó Ae, frunciendo el ceño—. Es cierto que no había ningún nombre, pero después de lo que te hizo...

—Ya está preso por eso y me alegro —vio sus puños formarse sobre la sabana—. En verdad me alegro que esté pagando —Tutor tomó asiento sobre la cama con algo de esfuerzo—. Ae ¿Quieres saber qué sucedió?

Intercambio [AePete/ AeTor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora