Veintiocho.

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La adrenalina, la virtud, la necesidad y la satisfacción que Ae acababa de sentir, así como el deseo ardiente que recorrió su cuerpo al besar a Pete, fue drenada en un abrir y cerrar de ojos cuando vio a su esposo apoyado contra la puerta de la cocina. Quiso poder desplomarse como lo había hecho Pete segundos atrás sobre la silla, pero también algo más, rogó para que la tierra se abriera y se lo tragara allí mismo: Pánico.

De repente recordó las veces que había pensado que Tutor lo engañaba y lo irónico de todo cuando terminó siendo él prácticamente quien acababa de traicionarlo.

El pánico dio paso al remordimiento, y todo en conjunto le cedió el pase al enojo, pero no con las personas frente de él, sino consigo mismo.

Había venido a este lugar creyendo ciegamente que debía recuperar al amor de su vida porque así se sentía, enamorado más que nunca. Tutor había hecho que todo ese amor floreciera y creciera a uno más grande. Entonces, ¿qué era esto que su corazón hacía cuando estaba con Pete o cuando lo miraba si quiera?

El corazón de Ae se quedó atascado en su garganta y huyó escaleras arriba.

—Ae —escuchó que lo llamó Tutor. No se detuvo.

Esta no era su casa, pero le hubiera gustado para poder detenerlo y evitar que lo siguiera. Pensándolo bien... que bueno que no es mi casa porque algo, algo muy malo estaba naciendo en su interior. Quería detenerse y gritarle, quería pelear con Tutor como antes, quería sacarle en cara el pasado y que pasara por alto su pecado actual. Quería justificarse. Pero hizo algo muy distinto.

Ya había llegado hasta aquí, su matrimonio había sobrevivido a lo peor, Tutor había hecho su parte al intentar salvarlo, era su turno, por eso, al llegar a la habitación se arrodillo frente a su esposo en cuanto este cerró la puerta a su espalda.

—Tor —dijo—. Lo siento, yo...

Contuvo la respiración y se maldijo. Levantó los ojos para ver a Tutor. Entonces, algo buscó hacer clic en su mente, pero un bufido producido por su esposo lo alejó de eso.

—Solo estás comportándote como un idiota —dijo Tutor, lleno de impaciencia pero no exactamente enojado.

—¿No estás...? ¿No estás enojado? —preguntó con cautela Ae.

Tutor respiró hondo.

—Sé que me escuchaste —comenzó. Ae supo de inmediato que traía a colación el momento en que le dijo que quería firmar el divorcio—. Nada está bien entre nosotros... Lo intenté ¿de acuerdo? Pero ya no puedo mantener el papel de los últimos meses. No puedo —suspiró, tomándose la cabeza con una mano y con la otra el estómago—. Ae, no soy ese Tutor, no pudo ser más ese Tutor. No puedo. Soy este —se señaló así mismo—, este el Tutor real.

—No te entiendo.

—Tin me pone de los nervios. Cada vez que lo veo sólo siento que me provoca y me hace menos con la mirada y debo hacer algo para demostrarle que no es así.

—Él cambió la actitud contigo.

—Pero yo no.

—Claro que sí.

—No, ese es el punto, Ae. Mi cambio fue un intento de salvar lo nuestro porque no quería perderte, no quería estar solo-

—Basta.

Pero Tutor no calló.

—Pero ya no puedo mantenerlo más. Y no, no es sólo por lo que pasó, las fotos, ni nada de eso. Ni que te besaras con mi hermano. Es porque no te-

Intercambio [AePete/ AeTor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora