Capítulo 29

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24 de septiembre, 2020

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24 de septiembre, 2020.

Ya habían pasado dos días y notaba cada minuto como mi cuerpo se iba debilitando cada vez más, no había bebido ni comida nada, cada día habían bajado para seguir torturándome, incluso esta tortura había ido más lejos, habían puesto a un guardia vigilándome para que no durmiera nada y cada vez notaba más pesados mis párpados.

—¡Eeh! ¡No te duermas, baja el jefe! —Me gritó el guardia e inmediatamente abrí los ojos para mirar hacia la puerta.

Simone que traía atado y amordazado a Aaron me miró horrorizado por mí aspecto físico en ese momento, entendía lo que debía estar pensando, pero esto también en parte era culpa suya y debía sentirse culpable, yo solo quise intentar soltarme para ayudarlo, pero yo estaba de la misma forma.

Luciano esperó a que Simone pusiera de rodillas a Aaron frente a mí y sacó una pistola de su pantalón. Dio vueltas por toda la estancia llevándose las manos a la cabeza.

—¡Ya estoy cansado de tus jueguecitos! ¡Quiero que me digas la verdad ahora mismo o le disparo en la cabeza! —cargó el arma y apuntó a Aaron. Él me miró y vi en sus ojos la peor de las tristezas.

Al ver que no contestaba le dio una fuerte patada en las costillas, le partió algunas, de eso estaba segura. Sabía que si lo mataba no obtendría respuesta alguna y él no quería eso. Aaron soltó un fuerte alarido que no dejó de escucharse por varios minutos.

—¿Crees que estoy jugando, puta de mierda? —seguí sin responder y le dio otra patada a Aaron esta vez en el estómago—. ¡Seguiré golpeándolo hasta que contestes! —él miró a Simone que estaba apartado observándolo todo—. ¡Pégale!

Simone le dio un puñetazo, pero al ver lo dolorido que estaba Aaron paro. Al principio Luciano no se dio cuenta, pero cuando vio que Aaron no decía nada miró hacia atrás y se dirigió a Simone.

—¡No pares hasta que ella no hable! ¡Parece que quiere verlo sufrir y no le importa nada!

—No puedo hacerlo, ¿no ves que está mal?

—Yo no he criado a un hijo incapaz de hacerle caso a su padre o a una delicada mujer, si no haces lo que te digo llamaré a mis hombres para que hagan contigo lo mismo que hacen con las mujeres rebeldes que no quieren hacernos caso.

Simone tragó saliva y no dudó un segundo en seguir golpeando con rabia a Aaron, porque sabía que su padre siempre cumplía sus palabras y era mejor no desafiarlo. La sangre que brotaba sin parar no sabía si era de uno o de otro o de ambos. La mordaza que él llevaba puesta se bajó dejando ver un hilo de sangre salir de su boca.

—¡¿Es lo único que tienes?! —Le gritó a Simone tosiendo.

Luciano al sentirse desafiado se acercó a mí y agarró la zona de arriba del vestido que cubría mi pecho arrancándola por completo, una parte se quedó colgando y la otra tirada en el suelo. Intenté resistirme, pero fue en vano, porque yo no podía defenderme de ninguna manera.

—Alguno de los dos diréis la verdad tarde o temprano.

Al ver las intenciones que podía llegar a tener este psicópata Aaron quiso soltarse para poder ayudarme, yo aun no era realmente consciente de lo que pasaba en su cabeza.

—Por favor déjala tranquila.

—¡Aaron no hables!

—Sabía que eras tonta, pero no pensaba que tanto. —llamó a dos hombres que entre los tres me soltaron y me ataron con las extremidades extendidas.

—¡Soltadme! —gritaba a todo pulmón.

—Vamos a ver qué es lo que tienes para que mi hijo haya caído rendido.

—¡No! ¡Por favor eso no! —gritaba Aaron desconsolado.

—¡Pagarás por todo lo que estás haciendo, malnacido de mierda!

Luciano se rio de una manera muy psicópata, lo que era. Estaba a punto de ser violada por un señor despreciable sin una pizca de compasión y mucho menos respeto hacia las mujeres, él nos consideraba un objeto con el que satisfacer sus necesidades a la fuerza.

—No saldrás de aquí y yo no pagaré nada, querida.

Él me sube el vestido hasta dejarlo lo suficientemente alto como para no molestarle. Lydia apareció en ese momento en el sótano y al ver lo que estaba a punto de pasar corrió hacia nosotros.

—¡No lo hagas!

Luciano sin pensarlo agarró la pistola y disparó. Le dio a Lydia en el estómago haciendo que parara en seco. Se miró la herida y puso sus manos sobre ella, se las miró llenas de sangre y por último cayó al suelo. Él corrió hacia donde se encontraba el cuerpo inerte de ella, la que segundos después del disparo murió.

—Lo siento, mi amor. No quería hacerte esto... —dijo entre lágrimas que dejaron de existir cuando me miró con odio como si yo hubiera tenido la culpa de lo que acababa de pasar—. ¡Todo ha sido culpa tuya! ¡Ahora vas a saber lo que es el infierno de verdad!

Se desabrochó el pantalón, Simone se acercó a su padre para impedirle continuar esta locura, pero le empujó y cayó al suelo golpeándose en la cabeza.

—¡No! —grité al verlo inconsciente.

Luciano se agachó hasta quedar entre mis piernas, se bajó el pantalón y mirándome a la cara, introdujo su miembro de forma inhumana. Grité de dolor al sentir su contacto repetido dentro de mí, esto era repugnante.

—¿Esto es lo que le diste a mi hijo? —preguntó mientras embestía fuerte—. ¿Este era el placer que le dabas?

Yo ignoré sus preguntas, solo miré a Aaron el cuál lloraba por la escena que estaba presenciando, yo hacía lo mismo por tener que soportar que él la viera de tal forma, no podía alejarse de la cabeza que lo que estaba sintiendo físicamente no era nada comparado con el dolor que sentía sentimentalmente.

Noté que Aaron estaba a punto de hablar y yo negué con la cabeza para que callara, esto no podía fastidiar la misión.

—Cierra los ojos. —Le pedí a Aaron, él negó—. Ciérralos, por favor.

—Te amo. —Me respondió Aaron sin decir palabra, leí sus labios.

—Te amo.

Luciano tapó su boca y siguió embistiéndola. Cuando vi que cerró los ojos como le había pedido, sentí más tranquilidad, una lágrima cayó en dirección a mi pelo.

—¡Eres una guarra! —Me agarró del cuello y sentí que me quedaba sin respiración que iba a morir en ese momento, pero acabó dentro de mí y me soltó separándose por completo de mi levantándose. Se abrochó el pantalón y se dirigió a los ojos dos hombres que había presenciado mi violación.

—Estáis de suerte, es toda vuestra.

Ellos parecieron relamerse de la felicidad y yo sentí más ganas de vomitar, no podía soportarlo más. Esto me estaba superando, no sabía cuánto tiempo más podría aguantarlo. Miré a Aaron en busca de apoyo y supe que era la peor decisión que pude haber tomado.

—No lo hagáis, confesaré.

—No lo hagáis, confesaré

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La Infiltrada (+18)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora