Capítulo 19

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DOS SENCILLAS PALABRAS

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DOS SENCILLAS PALABRAS

"¡Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría amarte, amarte como nadie supo jamás! Morir y todavía amarte más. Y todavía amarte, más y más."

Fragmento: Poema Amor de Pablo Neruda

La contempla por un momento, fascinado, sus femeninos labios están húmedos e hinchados, su rostro enrojecido

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La contempla por un momento, fascinado, sus femeninos labios están húmedos e hinchados, su rostro enrojecido... se ve excitantemente hermosa. Cinthia le rodea el cuello y Santiago la atrae mucho más hacia él, más cerca, más juntos, más unidos si eso es posible.

Cae sentado apoyando la espalda en el enorme sofá con ella acomodada a horcadas en su cintura. Llegaron hace pocos minutos a la habitación del hotel donde se están hospedando y ya se han desvestido por completo, a excepción de Cinthia, quien aún lleva puestas las pantimedias a medio muslo y sus zapatos de tacón alto.

Sentada sobre él, puede sentir perfectamente su erección rozando la hendidura de su sexo. Santiago atrapa nuevamente su boca en un beso profundo, cálido, invasivo, abrazador, capaz de derretir las pocas defensas que aún pueden quedar entre ellos dos. Con ese beso de adoración y esos brazos que la envuelven intenta protegerla de sus propios pensamientos; pretende apartar todo su pasado de su mente, cualquier absurdo sentimiento que tal vez se haya despertado al ver a ese imbécil nuevamente; pero no es necesario, Cinthia nada más tiene cabeza para él, y en esos momentos está entregada completamente al placer que alcanza solo con él, que nada más él sabe prender dentro de ella. Por él jadea de esa manera, es él el que la lleva a que se mueva cómo lo hace, provocando mayor dureza en la rígida entrepierna masculina.

Santiago desliza sus manos hasta el trasero de Cinthia y se deleita sintiendo la suavidad de su piel, mientras ella se maravilla con la extraordinaria visión de su erección. Santiago eleva a Cinthia por la cintura y cuando la baja ella jadea complacida ante la deliciosa invasión.

Santiago la incita, con sus labios, con las manos que recorren su cuerpo, mientras ella termina de acomodarse y acostumbrarse a tenerlo en su interior. Entonces, Cinthia toma el control, sube y baja sin siquiera recordar que unos momentos antes había vuelto a encontrarse con quien había sido su prometido, el hombre a quien pensó que amaba desde muy joven, y cuando Santiago se apodera con su boca de uno de sus pezones, el placer que experimenta termina de aniquilar cualquier pensamiento que en Cinthia hubiese querido emerger. Y eso la excita y la conmueve mucho más; ahora está segura que ahí, en esos brazos, bajo esas caricias, con él entre sus piernas, es que ella desea estar por lo que le resta de vida. Le gustan todas sus facetas, le encanta su parte dulce, amorosa, divertida que la hace sentir única, especial, amada, pero también adora ese lado posesivo que está emergiendo en él, sobre todo ese hombre de las cavernas que emergió cuando Duván intentó acercársele.

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