Capítulo 26

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DIVIDE Y TRIUNFARÁS

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DIVIDE Y TRIUNFARÁS

"Llegaste cuando menos lo esperaba, pero era el momento en que justo más te necesitaba".

Sentada en un amplio sillón acolchado en el porche de su casa, ojeando el enorme libro de costura que descansa sobre una mesa de diseño ubicada frente a ella, junto con muchas notas, figurines y lápices de múltiples colores, lo ve llegar

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Sentada en un amplio sillón acolchado en el porche de su casa, ojeando el enorme libro de costura que descansa sobre una mesa de diseño ubicada frente a ella, junto con muchas notas, figurines y lápices de múltiples colores, lo ve llegar.

Su auto es indiscutiblemente llamativo, casi que ofensivo en un pueblo como lo es San Sebastián; baja de él con seguridad y arrogancia, pasa las manos por su espesa cabellera castaña y se acomoda los lentes de sol, gesto que la hace involuntariamente mirar al cielo que en ese momento está invadido de gruesas nubes blancas que ocultan celosas los raros dorados, «lentes innecesarios, pero, ¿quién se fija en eso?», piensa con diversión, mientras regresa la mirada al hombre que camina hacia ella con una sonrisa de suficiencia sin dejar de ser afectuosa.

Es innegable lo imponente de su presencia que lo hace ver mucho más atractivo, siempre lo ha sido, pero ahora mucho más, ya que lo envuelve un aire de elegancia y sofisticación que lo hace más atrayente, más interesante; camina con una altivez que puede resultar intimidante o seductora, dependiendo de la persona que lo observe y tiene ese gesto en su mirada que ella no sabría cómo definir: ¿picardía?, ¿coquetería?, ¿pretensión?; lo que la lleva sin querer a reflexionar que, los Sandoval poseen un encanto casi que genético, desde el padre hasta los dos hijos tienen ese hálito especial que nunca los hace pasar desapercibidos. En el caso de Duván no hay excepción a la regla, su anatomía es un deleite visual, hombros anchos, cintura estrecha, torso firme, abdomen plano, aunque no tiene la misma masa muscular que su hermano menor, su cuerpo está muy bien ejercitado y trabajado; y, si se mira con un poco más de atrevimiento, se puede apreciar el apetecible trasero que se me marca perfectamente en sus pantalones vaqueros y en su entrepierna se evidencia con claridad un pronunciado...

—Hola, Barbie costurera.

El saludo la saca de su aturdido embeleso, sofocando sus crecientes pensamientos lascivos, aflora en sus labios una amplia y encantadora sonrisa, se levanta de la silla y se lanza en los fuertes brazos que la reciben cariñoso.

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