CAPÍTULO 4

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LOS DOS

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LOS DOS

"Si algún día llegas a dudar entre estar conmigo u otra persona... por favor, no me elijas a mí".

Anónimo.

—Gracias, mi Pao —agradece Cinthia a su amiga desde el fondo de su corazón, tomando la bebida especial que le preparó y la aspirina que le acaba de entregar—

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—Gracias, mi Pao —agradece Cinthia a su amiga desde el fondo de su corazón, tomando la bebida especial que le preparó y la aspirina que le acaba de entregar—. El dolor de cabeza me sigue matando y el estómago aún me está cobrando lo mal que anoche lo traté.

Emilia, Paola y Vanessa sonríen divertidas. Están las cuatro reunidas pasando la tarde en la hacienda San Miguel. Paola hace poco se graduó como médico. Es dueña de la hacienda, aunque esta cayó en decadencia después de la muerte de su padre. Su madre huyendo del dolor de la pérdida de su esposo se mudó a la ciudad junto con su única hija abandonando casi que a su suerte la hacienda que en su tiempo era productiva y acogedora. Ahora, cuatro años después de estar ausente, Paola, atada al enorme sentimiento que aún late dentro de ella por esas tierras, ha regresado e intenta recuperarlas.

Es muy raro ver a Cinthia con resaca y la verdad es que los tragos no le sentaron nada bien. Sin embargo, aunque en la mañana cuando despertó sentía que moría lenta y dolorosamente, debe reconocer que ya se siente mejor.

No recuerda mucho después de haberle pedido a Santiago que la trajera a la hacienda. Una que otra escena pasa velozmente por su cabeza. Algo de llanto; recuerda el rostro de Emilia consolándola y también a Santiago, pero por más que se esfuerza no logra recordar nada más.

—Dormimos juntas —la abraza con dulzura—, como cuando éramos niñas —fue la única respuesta que recibió de su hermana.

Emilia en la mañana, cuando bajó y la encontró sentada en la mesa grande de la cocina, comiendo con ganas, se sintió mucho más tranquila, ya que, por la noche cuando llegó y subió a cerciorarse de que su hermana había llegado bien, la escuchó llorando en su habitación. Entró y sin pronunciar palabra, se acostó a su lado abrazándola con fuerza. No era necesario preguntar, ya sabía el porqué de su dolor.

—Lo extraño —gimoteaba con la voz congestionada por el alcohol—. ¿Por qué está haciendo esto?, dime, Emi, ¿qué es lo que pasa?

—Pasa que Duván es un hij... es un imbécil —intentó controlarse, la idea era acompañarla y escucharla, no descomponerla aún más—. Anda —la animó amorosa—, sácate todo eso que tienes ahí en el pecho.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora