El hoyo

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"El hoyo es una palabra que especialmente me gusta. Me acuerdo del conejo de Alicia en el país de las maravillas. Decían que estaba loco, porque vivía obsesionado con el tiempo. Alicia, debía atreverse a meterse en el hoyo (madriguera) para poder descubrir un mundo mejor. No pierdas la curiosidad, investiga y descubrirás cosas maravillosas"




Un día, saliendo de Educación Física, feliz iba haciendo el loco por los pasillos de camino a los vestuarios. Sí, por esos momentos todavía me quedaba cierta felicidad para repartir. Estrella estaba llorando y yo decidí acercarme.
- ¿Estás bien?
- Sí, no pasa nada. - Obviamente, era la típica frase para que insistieras y eso hice.
- ¿Seguro? Bueno si necesitas hablar o un abrazo, me lo dices, ¿vale? - Enseguida ella se rió y me explicó todo.

Por lo que le había sucedido, entendía que no tuviera ganas de nada y su tristeza la invadiera día tras día. No vi maldad en sus ojos, creí que me había dejado su confianza para que pudiera ayudarla.
A partir de ese día, comenzamos a ir juntas. Le di la oportunidad que nadie le había dado. La gente hablaba mal de su persona, decían que era mala, que no me convenía ir con ella. Pero yo pensaba que las personas se merecían una segunda oportunidad, que podría haber cambiado, que yo no podía juzgarla por las cosas que le había hecho o dejado de hacer a otras personas. Que se lo hubiera hecho a ellas, no significaba que a mí también.

Efectivamente, yo sola me metí en la boca del lobo. Con los años, me he dado cuenta que si una persona no tiene las ganas, la voluntad y la fortaleza de querer mejorar, no lo hará. Una cosa es un error, y otra muy diferente es empujar a conciencia a alguien por las escaleras sin sentir remordimiento. Un error siempre puede rectificarse, pero ello implica mucho esfuerzo, que ella no pudo sostener.

Rita, mi mejor amiga en ese momento, no se mostró receptiva con la incorporación que iba a hacer a nuestro grupo. Pensaba lo mismo que los demás, que me estaba equivocando. Traté de convencerla, que lo intentara y que si no se sentía cómoda, yo me encargaría de hablar con Estrella. Y así fue como nos convertimos en las Churris.
Fueron unos años muy bonitos, me lo pasaba realmente bien con ellas. Íbamos a estudiar juntas, salíamos de compras e incluso compartimos nuestro primer chupito. Pero lo que más afianzó nuestra amistad fue el viaje de 4º de la ESO, fue sencillamente inolvidable. No paramos de hacer locuras, de escaparnos cada vez que podíamos para ver cosas que nos habían llamado la atención o para tomarnos algún que otro helado.

Debo de tener un carrete entero de ese viaje y mira que al final fuimos al norte de España y no al sur que era lo que nos hubiera gustado. Pero doy gracias de que saliera, porque estoy completamente enamorada de esos lugares. No tienen nada que ver con Valencia, son lugares que proporcionan paz y armonía, las calles están impecables, la gente te sonríe y te ofrecen su bienvenida, es que daba la sensación de que ni los coches hacían ruido. Desde luego, uno de los mejores viajes que he hecho en toda mi vida. Y además, el grupo que teníamos junto a Pepe, Víctor, José, Álvaro y Jaime era literalmente una pasada.

La verdad, es que con lo tímida e introvertida que era Rita, jamás pensé que consiguiera aceptar a Estrella y muchos menos a los chicos. Me alegraba tanto por ella, es que la veía feliz por primera vez en tantísimo tiempo. Compartimos nuestras inseguridades, y creo que fue aquello lo que hizo que nos uniéramos tanto. Éramos el mejor trío calavera de la historia. Tres chicas que no tienen nada, absolutamente nada que ver entre ellas, pero que sacaban lo mejor de cada una cuando se juntaban. Brillábamos estando juntas. Qué pena, que como alguien me dijo una vez:

la felicidad es momentánea, es un sentimiento intermitente; saboréalo mientras puedas, porque cuando se va, cuesta volver a recuperarlo.

Pues eso fue lo que nos pasó a nosotras. Desde ese momento, volví a caer en un hoyo sin fin.

Llegó Andrea, como os he comentado antes, aquí viene su incorporación al grupo y el cambio rotundo de nuestras vidas.

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