Mi esencia

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"La esencia es aquello que te define, que te conforma y te transforma como persona. Recuerda: la esencia jamás desaparece, puede perderse, pero te aseguro que encontrarás el camino para volver a cruzarte con ella"


Siempre me he considerado rara. Durante mi infancia, a pesar de que la recuerdo como la etapa más bonita de mi vida, cuando más feliz y plena me he sentido, iba contracorriente. Me pasaba el día jugando a lo bruto con mis amigos y aunque parezca hasta el momento todo "normal", es que a penas me relacionaba con las niñas. No me sentía identificada con ellas, era como si, en un principio, las rechazara. Me parecía mucho más divertido escalar árboles, saltar vallas y buscar bichos entre otras mil cosas. Recuerdo que mi madre me ponía unos vestidos y unos lazos preciosos, que me encantaban, pero la realidad era que no estaban hechos para mí. Cuando ella venía a recogerme al colegio, no le podía caber una mancha más al traje, no quedaban ya leotardos de los agujeros que llevaba por las piernas y no había ni rastro de los lazos.

Cuando comencé la Primaria, sentí que no encajaba. Las niñas de mi clase estaban centradas en qué chicos les gustaban, en ponerse super guapas, les daba vergüenza acercarse a ellos y les pasaban notitas. Para mí, todo eso era realmente absurdo. Se metían conmigo, más bien de broma, o eso creía yo, porque no quería estar en los patios con ellas. No le daba mucha importancia a las burlas, empujones y desprecios, ya que era feliz con mis amigos y mi hermano pequeño. Yo deseaba irme a jugar a las peonzas, hacer el loco por el patio, planear alguna que otra trastada, es decir, divertirme. Aquellos niños con los que finalmente me relacionaba eran unos gamberros, no tenían ideas buenas y volvían locas a las profesoras, hasta el punto de desesperarlas. Éramos un grupo bastante famoso en el colegio, llegando a calificarnos como la "peor generación" que pasó jamás por allí. Pero con aquellos niños jamás me he sentido fuera, siempre he sido yo misma.

Mas los problemas de verdad comenzaron a avecinarse en cuanto pasé a primero de la ESO. Los años de la Secundaria y Bachiller fueron los peores años de mi vida. En clase, me sentía como en una nube, yo vivía en mi mundo, no me interesaba lo que me contaban. Pocos profesores tenían realmente amor por las asignaturas que impartían, reflejaban tanto desinterés que yo directamente desconectaba. Sus clases se caracterizaban por ser monótonas y aburridas, era mucho más entretenido prestar atención a los "chismes" que se oían durante ellas. Comenzaban a leer las lecciones dando por supuesto que eso era dar clase, mientras tanto, unos pintaban los libros, otros dormían, e incluso había quien sacaba los móviles a escondidas para hacer fotos y reírse de otros compañeros. Lo que más me llamaba la atención era observar a los que se dedicaban a ligar y podía ver como se creaban nuevas relaciones que habían surgido de la clase más horrorosa del mundo, Historia. Aquel profesor cabezota, rudo y desmotivador provocaba horas de dulces y maravillosos sueños apoyados en el pupitre de la clase. De repente algo invadía mi placer, con muchas risas y gritos de fondo. Al abrir los ojos solo podía ver su enorme rostro echándome una bronca por estar hablando en clase. Intentaba hacerle ver que yo no estaba molestando, sino que básicamente estaba en un profundo sueño. Tuve varios conflictos con él, estaba claro que no nos caíamos en gracia, aquel sentimiento era mutuo.

Pronto comenzaron los problemas con las chicas de mi clase, bueno las que creía que eran mis amigas. La verdad es que, al empezar la secundaria, tuve que relacionarme y afianzar relaciones con algunas chicas de mi curso, ya que por norma al año siguiente me iban a dejar prácticamente separada de mis amigos. ¿Era yo tan diferente que no podía encajar? Mi manera de ver el mundo, de entender a la gente, mi filosofía, mi brillo, mi honestidad y como no, mi madurez, hicieron que a lo largo de mi camino, poco a poco quisiera separarme de ciertas personas cuyas relaciones eran tóxicas. Ojalá alguien me hubiera acogido y acompañado en el proceso. Tenía un gran entorno familiar que me apoyaba, pero no era suficiente. A pesar de mis intentos pidiendo ayuda y consejo al orientador y a mis sucesivos tutores, siempre me daban la misma respuesta: "son cosas de adolescentes". Jamás me ayudaron. A partir de ahí, comenzó mi lucha. La soledad me invadía y sobretodo la sensación de que me pisaban la cabeza cada vez que intentaba sacarla. Era completamente invisible o al menos, así me sentía.

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