"Una vez, gracias a una maravillosa profesora de la facultad, hablando acerca de nuestro lugar, comprendí que siempre estábamos en continua búsqueda por encontrar nuestro lugar en el mundo, un lugar donde ser. Y entonces, entendí que lo que había estado buscando durante tantos años, era a mí misma. Ese lugar, eres tú mismo, o puede ser otra persona, o puede ser una casa, puede ser donde tú puedas ser en tu esencia, cuando lo encuentres, podrás compartirlo con el mundo"
Fue una situación extraña. Mi cuerpo se frenó sin poder remediarlo. Me quedé ahí, pasmada. Se estaba acercando y conseguí que mi cuerpo reaccionara a mis órdenes y me di la vuelta como si no lo hubiera visto. Él me llamó, pero yo no quise girarme. Consiguió alcanzarme. Sentí su mano posarse lentamente en mi hombro cuando por acto seguido me di la vuelta y pude cerciorarme de que sí, efectivamente era él.
- Oye, te estaba llamando.
Silencio por mi parte. Tenía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar, un dolor en el pecho que me cortaba la respiración. Si articulaba palabra, solo saldrían lágrimas de mi rostro sin poder parar.
¿Estás bien? Estas pálida Mía.
Intenté contestarle.
Vamos a ese banco, ¿vale? y hablamos mejor.
Me dijo él un poco sorprendido por mi reacción.
Nada más sentarnos, él se acercó y nos fundimos en un abrazo que jamás podré borrar. Fue el inicio de mi llorera.
Eran las 4.00 de la mañana. Era la primera vez que salía con mis amigas desde aquel día.
- ¿Cómo estás? Hace mucho que no sé nada de ti.
- Hace 10 meses que no sabemos nada uno del otro, Nico.
- Lo sé. Yo intento asimilar la situación. Te juro que cada día pienso en todo lo que pasó.
- Yo intento salir del hoyo en el que estaba. Estoy mucho mejor, bueno estaba.
- ¿Estabas?
- Sí, hasta que te he visto.
- Mía, de verdad, si quieres que me vaya dímelo. ¿Vale? No pasa nada.
No es eso. Tengo un nudo enorme. No sé que pensar, ni tampoco qué decirte.Él sonrío. La verdad es que todavía no sé porque lo hizo.
- No sé de que te ríes. ¿Sabes?. No tiene gracia.
Él se río todavía aun más.
- No sé, te echaba de menos.
- Estás muy guapo, la verdad.Nos reímos. Qué sano era oír su risa, era como encontrar la paz que necesitaba.
- Me ha gustado mucho verte, Mía.
- Y a mí ...
- Oye, podríamos vernos otro día, ¿no? Bueno si quieres claro.Me quedé pensativa. Si le decía que no, igual ya nunca más tendría la oportunidad de acercarme a él. Me gustaba estar en su vida, verlo feliz, ver cumplir sus sueños, verlo crecer, me gustaba él.
- Claro.
- ¿Te acompaño a casa?
- Vale.Cuando tuvimos que despedirnos, sé que ambos no sabíamos qué hacer. De hecho apareció el acto reflejo de darnos un beso, mi cuerpo me lo pedía y sé que a él también. Le di un abrazo, de esos que me daba él cuando sabía que lo necesitaba. De esos que duran una eternidad. Fue para recompensar los 8 meses que habíamos pasado sin vernos.
- Mía... ¿Quieres venirte el Domingo a comer con mi padre?
- Pero...
- Siempre vas a ser bienvenida. Piénsatelo.
- Vale... Es que no sé.
- A la una en mi casa. ¿Vale? Te espero hasta y diez, si no vienes supondré que lo has pensado mejor.
- Está bien.Me dio un beso en la frente y se fue.
Pasé toda la noche en vela. Desde luego el Sábado no me cundió para nada. Estuve ausente, pensando en qué iba a pasar. Cuando me invadió un recuerdo, "en un año me tendré que ir a Londres". Habían pasado 10 meses, ¿lo habría rechazado?
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¿Te quedas conmigo?
Teen FictionMía es una joven que ha vivido experiencias en su adolescencia que han marcado el nuevo rumbo de su vida. Ha conocido qué es vivir el acoso escolar de primera mano, la depresión y la desesperación de sentirse sola. Pero un día de verano sin esperarl...