"Las casualidades son cosas espontáneas que pasan por alguna razón. El destino es el que manda la orden para que eso pase. Ármate de valor y cambia tu vida para descolar las órdenes del destino. Crea tus propias casualidades"
Después de aquel momento, Estrella y Andrea se juntaron mucho, yo me alejé un poco por dedicarle tiempo a Aurora. La verdad, es que después de tantos años, me sorprendió su llamada aquellas fallas. Estaba tan triste, ciertamente, pocas veces en mi vida había visto a alguien al borde del abismo, hasta ese día, a parte de a mí misma.
Comencé a quedar con ella, a contarnos como estábamos después de dos años. Pero no todo podía ser tan bonito. Como ya he mencionado, a su madre no le hacía ninguna gracia que hubiera retomado la amistad.
Cuando su madre sabía que estábamos juntas, la llamaba para que fuera a hacer algo o le decía que subiera a casa y yo no podía subir. Antes, siempre estábamos en su casa, en el jardín, prácticamente vivíamos allí. Pero las cosas ahora ya no eran iguales. Su madre le había quitado las llaves de casa y las del jardín, para que no pudiéramos entrar y tener que depender de ella.
Pero un día toda esta situación estalló. Aurora le había cogido las llaves a sus padres, aprovechando que se habían ido pasar el fin de semana al pueblo. Pero en cuanto la madre comenzó a sospechar que yo podía estar en su casa, decidió volver el Sábado por la tarde en vez del Domingo por la noche.
Se oyó la puerta de casa. Inconfundibles eran los sonidos de las uñas de su perrita Nala.
- Aurora? Ya hemos llegado. ¿Estás en casa? - Me dieron ganas de contestar: estamos en casa...
A lo que Aurora se me adelantó:
- Mamá ha subido Mía mientras yo terminaba de arreglarme. Hemos quedado y tenemos prisa, ¿vale? Adiós...
Hicimos el amago de irnos, yo tan solo me limité a sonreír, dada la situación.
- ¿Yo que se supone que te había dicho? ¿Dónde te piensas que vas jovencita? Vuelve aquí ahora mismo. - Aurora se dirigió hacia la puerta me cogió de la mano y agarró las llaves. Intentó cerrar la puerta...
- ¿Pero se puede saber dónde te piensas que vas? De aquí no te mueves. Mía, vete por favor.
La verdad es que sentí como una espada atravesaba mi estómago y luego se retorcía para asegurar de que no pudiera moverme.
- ¿Pero qué estás diciendo mamá? Mía no te vayas.
¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿Quedarme o haberme ido? Sinceramente tenía un nudo en la garganta que no me dejaba respirar.
Ana, la madre de Aurora, la cogió del brazo, mientras ella se renegaba y me cerró la puerta en la cara. Me quedé unos instantes paralizada mirando la puerta. En cuanto reaccioné, me di la vuelta y toqué el botón del ascensor.
Al momento oí unas llaves y Aurora salió, me dijo que corriera. Su madre salió gritando para que volviera.
- No voy a permitir que le faltes el respeto así. ¿Qué te ha hecho ella?
- Aurora entra en casa ahora mismo.
Dijo su madre gritando. Su padre no se manifestó en toda esta historia, decidió quedarse al margen.
- ¡Qué no me grites!
Dijo Aurora alterada.
Se abrió el ascensor y entramos decididas sin vuelta atrás.La verdad es que había tocado fondo. Comencé a pensar que igual no había sido buena idea haber vuelto a retomar la relación. Si ya teníamos problemas, lo que nos faltaba ahora era esto.
Aurora trató de tranquilizarme y que no le diera importancia a lo sucedido. Incluso se excusó pronunciando palabras muy fuertes hacia su madre, que según ella, estaba loca.Fueron pasando los días, y Aurora seguía castigada, pero el fin de semana habíamos quedado, así que sería toda una sorpresa verla aparecer o no. Mientras tanto, yo seguía yendo en el colegio con Estrella y Andrea. Pero la verdad, es que no eran Aurora.
Nosotras éramos como uña y carne, o como nos solíamos llamar Zipi y Zape. Con ella la vida era mucho más divertida que con nadie en este mundo. Hacíamos lo que nos daba la gana, cuando queríamos y siempre nos reíamos. Cada día era una historia diferente para contar. Qué pena, que esto las dos no lo viéramos así, o eso quiero pensar.
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¿Te quedas conmigo?
Teen FictionMía es una joven que ha vivido experiencias en su adolescencia que han marcado el nuevo rumbo de su vida. Ha conocido qué es vivir el acoso escolar de primera mano, la depresión y la desesperación de sentirse sola. Pero un día de verano sin esperarl...