Sueño

15 1 0
                                    

Cuando vives una situación en la que sientes la mayor felicidad habida y por haber, como si todo lo que habías deseado, ocurriera en cuestión de segundos. Pero es momentáneo, por ello debemos disfrutar y agradecer cuando algo tan precioso y anhelado te sucede, por casualidad, por esfuerzo o por cualquier razón. Trata de recordar cada detalle, como si se instalara en tu piel, y jamás pudieras volver a hacer que desapareciera.









Los meses sin ver a Nico, habían sido muy duros. A pesar de que nos llamábamos todos los días, y nos alegrábamos uno del otro por todo lo que estábamos construyendo y creciendo profesionalmente, me seguía faltando un abrazo cuando llegaba a casa, una sonrisa o nuestras diversiones y locuras. Pero ya solo faltaban dos días para poder verle. Teníamos todo preparado ya, en tres días era la boda, y por fin podría contarle nuestro gran secreto.

Estaba feliz y ansiosa, como una niña cuando sabe que va a ser su cumpleaños y lo va a celebrar a lo grande. Esas cosquillas por la tripa de imaginar nuestro reencuentro.

Mi madre y yo, estábamos haciendo las pruebas del vestido, porque no lo había terminado por si acaso luego teníamos que hacerle un arreglo y ya no podíamos por falta de tela. Ya se me notaba la tripita, esperaba que Nico no se diera cuenta hasta que yo se lo dijera. Había tenido tres meses para pensar cómo hacerlo. Iba a ser en el mismo aeropuerto, había enmarcado la foto de la ecografía, y en cuanto saliera del Aeropuerto, le besaría y le abrazaría, le daría el cuadro para que lo abriera, y ahí habría una carta que diría cuándo me enteré de que íbamos a ser padres, junto al test.

Él iba a estar en cuarentena durante diez días en un hotel en Inglaterra, y cuando le volvieran a a hacer la prueba, ya podría coger el vuelo y aquí le harían la prueba otra vez por seguridad. Y ahí, estaría yo esperándole, junto a su familia, para darle la buena noticia, que se encargaría la madre de Nico de grabarla para la posteridad.

Mi imaginación no podía parar, y mi orgullo tras ver el libro encuadernado, no podía ser mayor. He de decir, que he enviado el libro al concurso, tras la conversación con mi madre, me di cuenta de que era algo que llevaba soñando durante mucho tiempo, y me sentía realmente feliz de haber escrito mi historia y haberla trasladado a otras personas. Así que, fui a la papelería que había enfrente de casa, donde mi madre siempre fotocopiaba los cuentos que hacía para poder enviarlos a las personas que se los encargaban. Eran unas historias muy especiales y todo el mundo lloraba con el final del cuento. Era personalizado y no había dos como ese. Estaban hechos a mano, con dibujos perfectamente acoplados a la realidad, ambientado en los lugares más maravillosos que los personajes habían visitado. La familia y amigos, eran los protagonistas, y si tenían algún ídolo, famoso, actor o muñeco que fuera esencial para su vida, se convertía en uno más de la historia. Es precioso ver cómo estos cuentos se embarcan en la creatividad e imaginación de los niños, donde en sus sueños les ocurren infinidad de cosas que siempre están envueltas de amor, valores y sobretodo empatía.

El hombre de las fotocopias, que ya nos conocía, se enorgulleció mucho, de que por fin hubiera puesto todas mis fuerzas en escribir o al menos continuar aquellas diez primeras páginas, que escribí cuando tenía dieciocho años y que ya casi habían pasado al olvido, por la poca confianza y por el poco conocimiento de mí misma.

Escribir, es un acto de entrega. Una entrega que implica la sensibilidad, la empatía, el todo de lo que existe. Es un arte, poder expresar con palabras todo aquello que sientes, imaginas o incluso decoras con tus experiencias y vivencias reales. Cuando lo escribes, haces que cada palabra se convierta en una realidad que entrará dentro de las almas de las personas. Eso implica escribir, y eso me da la vida.

Tenía que llamar a Nico para decirle que por fin tenía escrito, encuadernado y entregado al concurso. Sé que se pondría más feliz de lo que yo estaba. Me moría de ganas de contárselo. Él debía ser el primero en saberlo antes que mis amigos.

¿Te quedas conmigo? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora