Un especial aroma

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Cuando el amor se apodera de todos tus sentidos, nada puede impedir que tu cordura salte y se revolucione. El amor tiene un especial aroma, tan delicioso y embriagador, que consigue poner alerta todas las emociones. Florecen tan rápido, que puede llegar a ser abrumador. Pero, eso nos ofrece la posibilidad de crecer. Poder ser y dejar ser, donde sea la libertad la encargada de llevar el rumbo a donde quiera que fuese el puerto correcto. Cuando conoces el amor, es cuando te das cuenta que el aroma, es la clave para identificarlo. Es un sentimiento indescriptible, tanto que la piel se eriza y no sabes qué es lo que sientes. Un hormigueo se apodera de tu existencia, seguido de una revolución en el estómago, y un estímulo inquietante que te hace no querer parar de sentirlo. Es un olor, que no solo te invade el alma, sino que se instala en tu cabeza. Sientes, que ese aroma, es tu hogar. Así que cuando no sepas qué expresar, y todo ello te suceda, sentirás que ese es tu sitio. No lo dejes de sentir jamás.






Hoy era el día. Después de un tiempo casi inexplicable, podría volver a sentir ese aroma tan especial, que me volvía alocada, apasionada y sobretodo muy romántica. Estoy realmente sensible, no sé cómo explicar todo lo que aflora dentro de mí. Tan solo necesito sentir. Anhelaba volver a verle.

Cada día imaginaba de una forma completamente diferente como sería nuestro reencuentro. Iba a casarme con el amor de mi vida, con el que había construido un tesoro maravilloso, nuestro bebé.

Debía controlar la hora, si es que no quería que Nico llegara y no me viera allí. Tenía ganas de salir en chandal, con mi pelo alocado y mi flequillo despeinado. Solo quería verle. Pero algo irrumpió todos mis pensamientos.

- Cariño, ¿donde estás?
- Lo siento, me pongo las zapatillas y bajo.
- Vale, pero apúrate porque vamos a llegar tarde. - - ¿Has cogido todo?
- ¡Sí, sí! Ya bajo.

La madre de Nico me llamó para asegurarse de que mi imaginación, no había llegado a un nivel de perder hasta la noción del tiempo. Era lenta hasta para el acto más importante de mi vida. Debo explicaros, que hoy llegaba Nico, pero es que mañana nos casábamos. Es por eso, que mi cordura estaba al límite del colapso.

Encaminados en el coche, mi corazón sentía que iba a salirse de mi cuerpo, como si se hubiera puesto de acuerdo para catapultarlo y dejar que todo se parara. Pero realmente, lo que se había parado, eran los coches.

No me puedo creer que hayamos pillado tráfico...
Debemos tranquilizarnos, estoy segura de que llegaremos a tiempo. Bueno, igual justos, pero llegaremos.

Todos estábamos nerviosos, porque queríamos que todo saliera perfecto. Pero yo, y mi grandioso don para meter la pata, nos había vuelto a jugar una mala pasada. Nos quedaban unos quince minutos para llegar al aeropuerto, pero ya llevábamos cinco parados. Solo podíamos confiar en el destino, y que el universo reuniera todas sus fuerzas para conseguirlo.

Comenzamos a movernos. Las lágrimas comenzaron a caerme y todavía no había visto su rostro. Mi imaginación tuvo libertad para ver cómo se sorprendería Nico cuando supiera que iba a ser padre. Necesitaba llegar ya, si no querían que me lanzara del coche y fuera andando cual loca desesperada de ver a su futuro marido.

Era ya la hora, seguro que ya había llegado. Decidí bajarme del coche mientras ellos aparcaban en el garaje del aeropuerto. Comencé a sentir miedo, bueno mas bien pánico, mejor dicho. ¿Y si por algún casual había decidido quedarse allí? ¿Y si no quería casarse realmente conmigo? ¿Qué iba a pasar con nuestra futura familia? Mi cabeza y mi dramatismo, me estaban jugando una mala pasada. Pero nada ni nadie, podría arruinar el momento más feliz de mi vida.

Entonces, le vi. Iba con su maleta, y yo no pude resistir las ganas de ir corriendo, tiré la pancarta y vi llegar a su familia. Los planes, no eran lo mío. Nos fundimos en un abrazo, que fue infinito. Jamás podría haber imaginado, que aquel aroma me devolviera el brillo. Le miré, llorando y me armé de valor para decírselo.

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