10 miedos a solo unos pasos. (borrador).

1.2K 171 0
                                    

Mire frustrada aquella escena.

En serio, quería abofetarlos por esto.

-¿Como que no sabes tejer? -mire con incredulidad hacia aquella sirvienta que me miraba de forma asustadiza.

-¡E-En serio perdón! -respondio aquella chica.

La chica, era prácticamente una niña. No podría tener poco más de 18 años, y tenía el cabello castaño, y muy corto. Tenia unos ojos cafés, y la piel pálida, pero con unos tonos rosados en sus mejillas. Su cuerpo aún no se veía bien desarrollado, así que era más notoria su corta edad. Eso le hizo saber que ella también era una niña.

Había engordado un poco, para su buena fortuna, y su cuerpo había tomado mejores proporciones, pero aún así, no era comparado al glorioso cuerpo de la emperatriz.
Siempre se sintió como una niña pequeña al lado de ella (aunque habían sido casi de la misma edad cuando ella estaba en su epoca).
La cara y aveces el actuar de Rashta, eran aún los de una niña pequeña. Ella jamás había sido infantil en su vida, pero sentía como una parte del alma de Rashta se apoderaba de sus sentimientos en ocasiones, logrando que ella fuera más sentimental y se comportara inmaduramente.

-Vaya. Te tendré que enseñar a tejer. -dijo finalmente. La cara de aquella peli castaña fue de sorpresa, ya que habría esperado alguna reprimenda como las había tenido de Laura o la condesa Eliza.

-¿Que? -dijo aquella chica.

-Comenzaremos mañana por la tarde, es cuando a la emperatriz le gusta estar sola en la mansión de la... ¿emperatriz? -definitivamente había sonado como una niña.

La sirvienta quiso reír, pero tendría una horrible reprimenda si lo hacía. Solo asintió con la cabeza muchas veces, intentando olvidar la causa de su risa.

-S-Si me disculpa... -dijo, soltando un leve gruñido que dejaba al descubierto la risa que había tenido. Volteo hacia Rashta, aún con las mejillas sonrojadas, y simplemente nego con la cabeza para después irse apresuradamente y poder descargar su risa lejos de aquella mujer albina.

Rashta simplemente no supo que pensar.
Solo suspiro, y se fue en dirección hacia el jardín, donde seguramente se encontraba la emperatriz con aquel columpio que tanto le gustaba. A Rashta siempre le había parecido demasiado tierno, y hermoso, pero era de la emperatriz.

No comprendía porque, pero una parte de ella ansiaba que eso fuera suyo.
Nunca había sido de aquella manera, y nunca había tenido ambiciones y envidias tan enormes hasta su llegada a aquel lugar.
Sentia envidia hacia aquella emperatriz que lo único que había echo era ser amable con ella; sentía odio hacia aquel emperador, aunque eso pensaría ella que era por lo ocasionado un tiempo atrás. De no ser, porque sentía esa furia desde siempre. Desde que lo vio por primera vez, como si ya lo hubiera conocido.
Sentia odio por Henley, aunque el parecía tenerlo también por su persona, pero aun asi, sentía algo de melancolía junto a el. Aún no comprendía el porque.

Todos los demás eran personas neutrales en su vida, incapaz de odiarlas o quererlas de alguna manera, pero sus emociones eran en gran mayoría negativas hacia aquellas personas en ese palacio. Afortunadamente, esos sentimientos habían ido disminuyendo desde que había convivido con ellos (salvo por Sovieshu y Heinley) quienes no tenían el mínimo interés en siquiera dirigirle la palabra.

Y aún así, la gente por la que no sentía nada, poco a poco empezaban a tener un significado en su vida mucho más grande de lo que lo habían sido.

Ella miró en aquella dirección donde se encontraba la emperatriz, observando como se encontraba con otra cabellera rubia, y una espalda ancha. Definitivamente era Henley que había vuelto a seguir a la emperatriz y seguramente le hacía compañía.

La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora