15. Nueva decepcion. (borrador).

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Al día siguiente hizo lo que hacía como de costumbre. Meterse en una tina con agua tibia, mientras enjabonaba su cuerpo de manera suave, para después salir de aquel sitio y ponerse algunas cremas que la emperatriz le había recomendado para el cuidado de su piel, especialmente para ayudar en la recuperación de sus muy lastimadas manos. Aún con todos esos pensamientos, le daba aún más pena recordar el calor de los suaves labios rosados del duque Ergi sobre su mano rasposa. Se daba vergüenza al pensar en lo horrible que debió ser la sensación para el al tocar su mano.

Y con este pensamiento, el mareo seguido de tener que ir corriendo a vomitar lo poco que tenía en su estómago por la cena de la noche anterior, sacarlo desesperadamente de su sistema.
Ya ni siquiera podía contar todas las veces que había vomitado, y siempre todas las mañanas quisiera o no; tenía pensado decírselo a la emperatriz desde el día de ayer, pero la visita de esa mujer había dificultado el proceso. No quería darle una preocupación extra cuando aquella persona que había estado riendo con el emperador ahora sería un nuevo problema para la emperatriz, ya que, era obvio que Sovieshu no pensaba entablar precisamente una amistad con esa niña.

Aveces no podía evitar preguntarse si el emperador tenía algún fetiche con las niñas pequeñas, puesto que ella y esa mujer eran apenas unas adultas si se ponía a pensar en su edad, pero ni siquiera buscando en las memorias de Rashta era capaz de saber cuantos años exactamente tenía, aunque a juzgar por ella misma podía darse cuenta que no era para nada una adulta. Y esa mujer que sonreía de manera feliz con aquel hombre hasta hace poco había cumplido los 18 años, apenas presentándose a la sociedad como una adulta. Pero aunque fuera así, seguía tratándose de una niña y eso era algo que para la albina, era repugnante.

Decidió no pensar en eso, mientras quitaba el rastro de vómito de su rostro, para luego meter un poco de agua en su boca, luego sacándolo para evitar que el olor se hiciera tan presente. Luego de el desayuno se aseguraría de comerse algo dulce para evitar que se dieran cuenta de aquello. Lo que menos quería era darle un peso extra a la mujer que ya había echo demasiado por ella.

Salio de la habitación donde se encontraba, caminando a paso lento y silencioso. Lo que menos quería era encontrarse con alguna persona puesto que definitivamente no soportaba las miradas acusadoras de todos los que se encontraba en aquel lugar, estaba bastante asustada y preocupada de que la gente a su alrededor la mirara de horrible manera, como si ella valiera menos que un pobre perro a punto de su fallecimiento.
Aunque se proponía a no pensar de esa manera, le preocupaba bastante el pensar que esto no era del todo falso; para la gente de aquel reino, ella era solo una farsante. Nada más. Y era esto lo que la entristecia especialmente cuando su vida había cambiado drásticamente, siendo la misma basura que había dolido ser en su mundo anterior. La diferencia, es que corría el peligro inminente de ser una esclava el resto de su vida.

Como si el destino jugara con sus planes, la risa divertida y femenina de alguien a sus espaldas hizo que sus horribles y tristes pensamientos se esfumaran de manera rápida. Fijo su atención en quien pertenecía esa risa tan odiosa para sus oídos, encontrándose entonces con los ojos enormes y cafés de la mujer con la que había visto al emperador días antes, además de ser la hija de la mujer que había tratado de humillarla.
Hizo un puchero, pero era evidente que venía a fastidiarla.

Esa mujer se plantó frente a ella, mirándola con una sonrisa demasiado divertida para su gusto.

-Es bueno encontrarnos por aquí, lady Rashta. -lastima que ella no pudiera mencionar lo mismo. Se limitó a encoger los hombros, sin intenciones de responder a sus palabras. -¿va camino con la emperatriz?

La sorpresa y el temor impregnada en los ojos grises de Rashta, hizo que la sonrisa de aquella mujer se agrandara.
Rashta no era tonta, aquella albina sabía que no tenía oportunidad en defenderse de la amante del emperador. Por mucho que quisiera, sabía de antemano lo que sucedía cuando una de las damas de compañía de la emperatriz se atrevía siquiera a poner en duda o a insultar a la mujer que ahora era de su posesión.
Ella podía recordar bien lo que había sucedido cuando básicamente Laura la había insultado, dándole un golpe en la mano y llamándola "roñosa". Y el horrible castigo que el emperador le había puesto, el estar encerrada y ser la burla del pueblo porque el emperador dejó en prisión unos días a la dama de compañía de la emperatriz por una simple amante fugitiva. Por alguna razón, el dolor en su pecho se hizo presente, como si esos recuerdos le trajeran remordimientos. Casi sus ojos se llenaban de lágrimas. Casi.

La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora