6. Decisiones. (borrador).

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Rashta estaba asustada; la emperatriz seguía mirándola, con ese aspecto elegante y que la hacían sentir como un tigre observando a su pequeña presa, listo para devorarla en cualquier momento. Ahora que lo pensaba, el emperador solía llamarla "su presa". Ahora lograba entender esas palabras; siempre era la presa de todos esos hombres.

Tomo con algo de fuerza sus faldas, mientras su mirada se volvía a oscurecer, dando a entender el dolor provocado desde su llegada a aquel lugar.
Habían pasado cosas que nunca espero; ser maltratada, sin que el hombre que supuestamente decía "amarla" había echo algo para evitarlo, provocando solamente lastimarla y de las peores formas posibles. A Sovieshu, quien en ese momento significó una esperanza, ahora no era más que un emperador que quería hacer lo mismo que Alan y luego dejarla a su suerte.

Navier la miró, dudosa de lo que estaba ocurriendo en la mente de la albina, quien parecía haber roto en llanto, al observar gotas en sus manos y faldas, además de que seguían cayendo lentamente a estos mismos lugares, una tras otra.
Ella había tenido todo lo que deseaba, ¿aún así lloraba? ¿Que había podido hacer tan grave para que no pudiera hablar y rompiera en llanto sin decir una palabra?

Navier suspiro, para luego mirar a Rashta con el semblante más serio y sin expresiones que podía darle a una persona en ese instante.

-Rashta. -dijo, llamando la atención de la persona sentada frente a ella. -Me temo que no puedo ayudarte. Cualquier duda o preocupación que tengas, debes contárselo a Sovieshu. Después de todo, eres amante de el, no mi amante. El es quien ve por ti, no yo.

Rashta miró a la emperatriz con ojos llenos de lágrimas y determinación al mismo tiempo. No podía derrumbarse, hasta hablar con Navier sobre lo que estaba sucediendo.

-Emperatriz... -dijo, llamando la atención de Navier, más esta no cambiaba su expresión seria. -Entiendo todo perfectamente. Pero ese es el problema. -Rashta tuvo que secarse las lágrimas con el pañuelo que guardaba entre sus faldas, para después volver de nueva cuenta con la emperatriz y retomar la charla. -Ya no quiero ser la amante del emperador.

El silencio sepulcral se hizo presente entre ambas mujeres. Una, miraba dudosa a la albina, pues esto debía de ser una broma de mal gusto. Si bien, el emperador podía aburrirse y abandonar a las amantes, mientras la amante y el emperador sigan estando juntos, la amante siempre tendría comodidades. Rashta era tratada tan bien, que no podía comprender lo que sucedía.

-¿Es alguna especie de broma, Lady Rashta? -la mirada de Rashta mostró miedo, dejando toda la determinación antes expresada en su rostro. -Porque no le encuentro la gracia. -dijo Navier, segundos antes de levantarse y dirigirse hacia las ventanas de su habitación.
Podía verse como un Ángel con la luz de la luna brillando en su rostro, o al menos eso parecía para Rashta. Aunque se veía triste, por lo que también hacía presencia a que había perdido sus alas para volar libre de aquel lugar. -Tienes todas las comodidades, tienes a alguien que me pertenece, puedes hacer lo que quieras. Pero, ¿me dices que ya no quieres ser su amante?

-¡No podría hacerle algo tan cruel a usted emperatriz! -Navier dejó su semblante serio, por uno lleno de sorpresa. -Se que es extraño, pero mis intenciones nunca fueron convertirme en amante. Cuando el emperador me rescató, yo ni siquiera sabía de quién se trataba. He estado encerrada la mayor parte de mi vida, sin poder gozar nada, sin tener educación... ¡ni siquiera se leer! -las lágrimas querían hacerse presentes de nueva cuenta en la cara de Rashta, más ella detuvo su andar con la Palma de su mano y prosiguió. -No me preocupa nada de ser una concubina. Podría ser hasta la sirvienta de este palacio, pero no puedo. Además, ni siquiera puedo completar mi papel como tal.

Si la sorpresa de Navier era grande desde que por fin comenzó a hablar, se volvió aún más grande al escuchar aquello.

Si bien, algunas amantes no cumplen con ese papel en seguida, es sabido que es normal que sucedan este tipo de acontecimientos tan pronto es nombrada una amante de manera oficial.
Había algo extraño, ya que no creía que se debía totalmente todo a la culpa de estar con el esposo de la emperatriz.

La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora