16. Nuevas sensaciones. (borrador).

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Para Sovieshu, todo lo que de le cruzara por la cabeza podía ser suyo.

El reino siempre había sido suyo, las obligaciones, riquezas, el reinado. Todo siempre había sido suyo.
Nada nunca le había echo falta, siempre tenía todo lo que pedía.

Pero había algo que le atormentaba desde hacía mucho tiempo.
Su matrimonio se había decaído años después de su casamiento. Su felicidad al lado de la mujer que el amaba iba cayéndose para dar paso a la rutina y dejar de soñar como niños. Ambos se habían distanciado, al punto de que hasta en los momentos más íntimos eran unos completos desconocidos.

El extrañaba a la mujer que estaba dispuesta a preocuparse por el, a la persona que se enojaba por cualquier cosa y lanzaba almohadas cuanto podía. La que sonreía, la que jugaba. La que si mostraba que vivía.

Y cuando había encontrado un ser tan dulce como Rashta, se había dado cuenta de que ella no estaba dispuesta a pertenecerle. Le enfureció rotundamente, pues todo lo que había querido estaba en la Palma de su mano. Todo, menos dos cosas: el amor de Navier y la dulzura de Rashta. Era algo que por mucho que quisiera, no podría tener.

Le avergonzaba pensar que ninguna de las dos mujeres eran atraidas por su ser, odiaba el echo de ser rechazado. Aquella esclava se había dignado a hacerlo, como si el no hubiera importado, como si su vida no hubiera dependido de él. Y por si no fuera poco, la mujer que el adoraba, la mujer que el amaba, se había llevado a su reciente diversión, dejándolo solo de nueva cuenta y llevándose algo que lo complacía.

Aunque tenía que reconocer que había sido un completo imbecil por las acciones cometidas hacia aquella albina mujer que la única culpa que había tenido era estar ahí, aún así en lo profundo de su extraño ser, había deseado que ella se hubiera quedado, haber podido complacerse. Aunque sentía todo eso, sabía perfectamente lo mal que estaba y se preocupaba gravemente del deseo que ella le había echo sentir de manera tan intensa.
Probablemente era alguna clase de bruja y el habia caído justo en sus redes como si de un animal indefenso se tratase.

Aunque quisiera seguir preguntándose porque le sucedía aquello, unas suaves y delgadas manos abrazaron sus hombros por detrás, sintiendo como una pequeña figura trataba de pegarse lo mejor posible a él, solo detenida por el sillón en el cual el estaba sentado.

Ella se puso feliz cuando una sonrisa adornó el rostro del emperador, quien acarició levemente su mano, siendo este un tacto dulce. Ella no pudo evitar sonrojarse.

-¿Que haces aquí? -La risa juguetona de aquella mujer fue la única respuesta antes de que se alejara de él unos segundos y luego se sentó en su entrepierna. El río. -Vaya, parece que alguien está bastante divertida. ¿Puedo saber la razón?

Ella le abrazó del cuello, depositando un leve beso en sus labios. -Nada en especial. Solamente estoy feliz de estar a su lado. Usted es la persona que me hace feliz majestad.

El reia, le parecía bastante tierno su forma de pensar y de decir las cosas tan fácilmente. Beso sus suaves labios. -Ya veo, eres realmente hermosa. También estoy feliz de que estés aquí pequeña.

-O-Oiga no soy una niña. -el sonrojo y un puchero se hizo presente. El la miro con una sonrisa y la cara confundida.

-Para mi lo eres. -Ella lo miro con incredulidad. Aunque su puchero, se volvió una sonrisa pícara. Se incorporó en el, haciendo leves movimientos y sintiendo como su parte íntima iba hinchandose por el roce. Ella río.

-Si fuera una niña, no provocaría eso en usted. -Esa voz, no sonaba para nada la de una niña. Sovieshu sonó bastante complacido. Acerco su cara al delicado y fino cuello de la mujer, depositando un tierno beso en este.

La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora