19. La trampa y una sospechosa alianza. (borrador).

691 101 2
                                    

Ella sentía como sus manos bajaban, dejando la parte dulce de su beso, bajando lentamente de sus mejillas a sus hombros. El beso era dulce, lento, con un cariño inmenso profesado de los labios rosados de aquel hombre de mirada coqueta.

Sus manos fueron cayendo de sus hombros rápidamente hacia su cadera, uniendo las de ambos y profundizando el toque de manera más íntima. Podía sentir como su cuerpo estaba peligrosamente pegado, seguido de sus besos los cuales estaban dejando lo dulce y daban paso a besos más acelerados, apasionados. Sus manos expertas viajaban de sus nalgas a su cadera, acariciando suavemente ambas partes y logrando que su cuerpo tuviera pequeños toques eléctricos con cada contacto de sus dedos sobre su cremosa piel.
Su lengua igual de experta viajaba por su boca, moviéndo su lengua de tanto en tanto y entelazandolas en un beso apasionado, lo dulce había sido abandonado. Ella podía notar su erección, pero igual podía sentirse mojada por debajo de su vestido; el beso había descendido hasta su cuello, dejando total libertad para que ella pudiera soltar los jadeos de su boca mientras el tocaba cada rincón de su cuerpo, observando como ella se deleitaba con cada caricia y toque que sus grandes manos hacían en ella.

Aún con el placer en su cuerpo, le hizo recordar fugazmente su primer encuentro con Alan. Ese momento era demasiado diferente al que ahora sentía, recordar sus manos suaves sobre su cuerpo no era una sensación placentera, sino todo lo contrario a lo que estaba sintiendo en ese momento. Recordar su voz, su falsedad, todo de el le repudiaba. Y aún asi, ese pensamiento fue suficiente para que ella quisiera que el hombre encima de ella se alejara por completo.

Pero se había dado cuenta de un detalle: Ergy había quitado por completo su ropa, prácticamente estaba desnuda.
El pareció darse cuenta de su miedo, y lo que Rashta vio, fue la sonrisa retorcida de su acompañante.

-Vamos, Rashta. Somos iguales, ya te lo he mencionado. Prometo quedarme a tu lado. -Ella no creía en sus palabras. Puso una mano en su pecho, esperando así que reaccionara y se alejase de ella lo suficiente para que pudiera escapar, pero ese alejamiento no era suficiente y el castaño no parecía querer quitarse de encima, por el contrario, no le importaría si ella quisiera o no continuar.
Miro hacia la puerta, como si alguien fuera capaz de entrar en aquel sitio y detener semejante momento que ella se empeñaba en eliminar. Pero eso no pasaba. Y ella sabia que nadie entraría.

La habitación estaba casi oscura, pero aunque no hubiera muchas cosas visibles ella estaba casi segura de reconocer esa habitación. Y era extraño porque ella jamás había entrado en la habitación de Ergy. Aunque por su aspecto, dudaba profundamente que ese lugar le perteneciera a él, era lindo pero no majestuoso como las habitaciones que el palacio poseía.
Le parecía extraño, ni siquiera recordaba en que momento se había puesto en una situación tan comprometedora con Ergy.

La mano de ella golpeó el rostro de Ergy; dejó de lado la habitación para ver el rostro de aquel hombre. Estaba furiosa, demasiado. Pero la furia inicial fue cambiada a una de pánico al ver la cara de Alan.
De repente, recordaba de donde había visto aquel cuarto, donde había visualizado aquel lugar.
Esa habitación no era del palacio, sino de la casa del conde Lotessu, y ese hombre encima de ella, no era otro que Alan.

Miles de preguntas rondaban por su mente ¿qué hacía ella ahí? ¿Porque? ¿había vuelto a ser una esclava?
Aunque quisiera responderlas, un dolor que había preferido guardar en lo profundo de su alma fue presentado de nuevo y dio paso a unas lagrimas saliendo de su cara.

-¡N-No!

...

El mar de recuerdos fue directo hacia ella; gruesas gotas de sudor resbalaron por su frente, cayendo sobre sus pestañas. Vio la habitación que se encontraba y se sintió aliviada de que 1 estuviera sola y 2 no estaba en la casa de los Lotessu.
Ni siquiera los rayos del sol podían asomar por las ventanas, ni siquiera los pájaros podían escucharse en ese momento.
Pero si sabia que poco podría dormir.

La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora