29. Mi prometida. (borrador).

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Heinley...

La albina siempre se preguntaba ¿porque el había arruinado completamente su vida?

Ella igual se lo había permitido. Eso estaba claro. ¿Pero porque? ¿Porque había tenido que tomar el camino difícil? Ese hombre siempre solía mirarla con un profundo desprecio, parecía lanzar fuego en su mirada cada vez que ella pasaba, quitándole por completo el aire y haciendo que muchas veces incluso olvidara como caminar.
Y aún así, el cuerpo del joven no podía rechazarla, ya caricias le dejaban al descubierto su profunda pasión y deseo hacia ella; podía ser un trato de piel con piel, pero al menos para Rashta había resultado ser beneficioso, después de todo, era la única entrada que Heinley le permitiría por el momento.

¿Ella podría llegar a amarlo? Jamás pensó que sería tan necesario, siempre tenía la idea de que el matrimonio era sencillo. Pero con un hombre que no la amaba era casi imposible. ¿Y ella qué haría con su amor prohibido por Ergy? Cada vez que ella aspiraba su dulce aroma, se desprendían toda clase de sentimientos dulces y a la vez pecaminosos, deseando caer completamente en sus brazos y no soltarlo jamás.
Eran dos personas que pensaban en otras y se repudiaban, ¿que sentido tendría estar juntos y no estar con las personas que amaban? Aveces, Rashta se lo repetía un millón de veces, pensando cual sería la razón por la que ella había elegido a Heinley.

Y ella sabía en realidad la razón del porque: el jamás estaría con la emperatriz y ella no confiaba en Ergy. Aquella Rashta en estado de putrefacción le había repetido un millón de veces que Ergy era un asqueroso ser humano que la acabaría hundiendo, y aunque Heinley tampoco era de fiar, la voz había estado satisfecha con su elección lo que significaba que Heinley importaria poco o nada en su derrota. Y el tenía poder, algo que ella claramente necesitaba.

Se había puesto a estudiar gran parte de los días, después de que Heinley se hubiera marchado. Había partido en la madrugada, por lo que ella no había podido despedirse de él y dudaba mucho que el hubiera aceptado siquiera que ella fuera a desearle un buen viaje.
El duque Ergy siempre hablaba sobre como era la vida de los emperadores y reyes; había visto sobre todos los trabajos que la emperatriz tenía que hacer a lo largo del día, usar la inteligencia, a la prensa, su riqueza, belleza, presencia, todo lo que ella tenía que hacer para poder ser la cara y la mujer perfecta del reino. Ella dudaba siquiera poder llegar al nivel de las emperatrices como Navier, pero estaba decidida a algo: sobrevivir. Y era precisamente esa clave la que le decía que ella tendría que ser una buena reina para el reino de Occidente.

Mientras, por su parte, Heinley estaba bastante asustado, enojado y preocupado. El viaje si había sido largo, habían tenido que parar porque necesitaban un descanso.
Tomo una hoja de papel, comenzando a escribir para la Emperatriz, pese a que ella no recibía ninguna de sus cartas o simplemente, no quería leerlas. Ya casi perdía toda esperanza, pero quería dar su mayor esfuerzo por seguir manteniendo contacto con ella aunque se tratase de una simple amistad, pero el pensar en que la mujer rubia lo odiaba... Eso era algo que su cruel corazón jamás podría tolerar.

Mackenna no tardo nada en llegar a sus llamados, pero sabia lo que le pediría y estaba más que molesto. Ni siquiera habían llegado aún al reino y el príncipe no había podido despejar su mente de la emperatriz. No comprendía como el tirano príncipe podía estar atrapado bajo las garras llenas de joyas de la mujer. Reconocía que era una mujer bella e inteligente, pero de esas existían bastantes, por lo que no comprendía la razón del enamoramiento del príncipe.
Heinley veía en los ojos de Mackenna que estaba a punto de decirle que no, pero aún así, le entrego la carta.

-Ya sabes a dónde tiene que ir.

-Pricipe... con todo respeto. -Era la respuesta que Heinley ya había esperado. -La emperatriz ni siquiera está interesada en hablarle. A ignorado cada una de sus cartas y ni siquiera pregunto cuando partiría. Necesita buscar a una reina pronto, no esperar un milagro.

La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora