5. Nuevos invitados. (borrador).

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Habían pasado ya algunos días y el imperio se llenó de caras nuevas, pues gente de otros países había venido por la festejacion del año nuevo, por lo que, condesas, condes, duques y príncipes de otros reinos llegaban al palacio oriental para celebrar esos días especiales con mucha felicidad.

Era de esperarse que las sirvientas empezaran a rumorear o ver a algún personaje que les pareciera atractivo y podían hablar de eso por semanas enteras.
Así podía ser tan aburrida la vida de una sirvienta.

Uno de los tantos rumores se trataba de un joven del reino occidental, quien se hacía llamar Heinly. Muchas decían que era el joven más apuesto que sus ojos habían divisado; poseía unos hermosos y perfectos ojos color morados brillantes, una nariz perfectamente formada, unos labios carnosos y una boca del tamaño ideal. Su cabello alborotado, tal vez algunas veces amarrado en una coleta despeinada y su andar de manera elegante y coqueta por el pasillo no solo hacia atraer las miradas de las sirvientas, sino hasta de las mismas mujeres que habían ido de visita al palacio. Su cuerpo, a pesar de los atuendos que tenía puestos, se podía notar con facilidad que hacía ejercicio.

Además, de que la emperatriz había alejado su mano de la cercanía de el cuando el se arrodilló para luego depositar un cálido beso en la mano de la emperatriz, más ella la alejó lentamente de su agarre; si que era un ejemplo para todos hasta en las cosas más insignificantes.

Por extraño que pareciera, la joven de ojos grises no se había encontrado ni una sola vez con esta persona; también los rumores decían que era un mujeriego por lo que había que tener cuidado con el. Eso no la tenía preocupada ya que una relación que no fuera con el emperador estaba más que cerrada. Ni siquiera había podido cumplir su parte de amante con el emperador Sovieshu.

Muchas veces el fue a visitarla a sus aposentos, más ella nunca estaba preparada pues el miedo de ser tocada por el era por lo que había sucedido con Alan en el pasado. Y ya no quería sentirse así. Ya no. El emperador estaba más que desconforme con esto, pues por esto mismo ella tendría que arreglar las cosas con la emperatriz. No importaba si era como sirvienta, no quería estar en aquel lugar más tiempo.

Uno de tantos días se encontraba caminando por el enorme jardín, sin nada de compañía pues le agobiaba un poco no poder estar algo de tiempo sola además de que el aprender a leer y escribir era más difícil de lo que ella había pensado; simplemente quiso tomar un descanso y mirar el hermoso cielo azul.

Ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de dos personas hasta que pudo escuchar su voz; la voz de alguien que, aunque quisiera hablar con ella, la verdad no podía evitar que el miedo se hiciera presente en su interior.

Se detuvo en seco al observar a un joven de cabello rubio y atado, al lado de nada más que la emperatriz, quien tenía el mismo semblante serio de siempre y parecían estar charlando tranquilamente.

Ojalá el fuera el esposo de la emperatriz. Se ven bien juntos, y parece que el sabría valorar a esa mujer.

Que tontería. Su majestad siempre le da todo y ella no quiere nada.

Se había acostumbrado tanto a esa voz que ya ni siquiera se tomaba la molestia de buscar de donde provenía así que asumía que simplemente ella ya estaba loca. Aún así, no podía evitar pensar en lo tonta que era esa voz al pensar por un momento que las joyas eran más importantes que el cariño. Al parecer esa voz y el emperador eran tal para cual.

Ni siquiera se dio cuenta cuando una sombra la tapó por completo. Fue hasta que alguien la llamara, que se dio cuenta que el joven y la emperatriz estaban parados frente a ella por lo que rápidamente se levanto de su escondite y sonrio demasiado nerviosa.

La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora