La nueva Rashta (la emperatriz divorciada).

20. Un enorme problema. (borrador).

Rashta no había perdido el momento de miedo y vergüenza cuando la furia había cesado, cuando tanto como Ergy, como Britgget se habían despedido de ella; solo entonces, se había dado el tiempo para meditar lo que había echo. Llego obviamente a la conclusión de que su actitud había sido de lo más tonta posible.
Sabia que no había sido la opción más lista que había tenido, pero en ese momento pensó que era buena idea desahogarse y dudaba mucho que Britgget no utilizara su torpe descuido para contarle al emperador lo sucedido.

Aunque, al pasar de los días, existía la posibilidad de que ella no le hubiera comentado nada al emperador para chantajearla. También pensó en la posibilidad de que Ergy hubiera abogado por ella, pero esa idea fue desechada al instante. Nadie tan cruel como lo era el joven sería capaz de ayudarla de alguna manera.
Solo le quedaba la idea de que Britgget no diría lo que paso para utilizarla, así que se dedicaba a alejarse lo más posible de ella y así evitar algún posible problema futuro.

Los días transcurrían con tranquilidad, en total podía contar 3 meses desde su llegada al palacio, su acercamiento con Ergy había quedado en el pasado, siendo dos desconocidos que solían hablarse de vez en cuando, y esto ahora algo que ella no sabía si agradecer o asustarse. O solo ponerse triste.

Justo esa noche era un baile, un baile de disfraces. La emperatriz obviamente iría lo mejor posible, usaría uno de sus característicos vestidos rojos y el cabello totalmente suelto, una máscara Blanca con adornos dorados y una pluma al costado de esta. Su escote pronunciado dejarían al descubierto sus pechos prominentes, y sus zapatos eran totalmente cubiertos por aquel enorme ejemplar.
Rashta no podía salir de su asombro, ella se veía realmente hermosa.

Hasta se tuvo que abofetear al mirar demasiado a la rubia mujer y que pensara algo completamente diferente. Era irónico que en su mundo tuviera pensamientos amorosos tanto para mujeres, como para hombres, sin embargo, jamás tuvo una pareja. Al menos no alguna que no fuera para pasar el tiempo.

Navier fijo su vista en Rashta. Le gustaba bastante como se le miraban los vestidos rosas pastel claros, combinaban bastante con la piel pálida de la mujer y le daba un aire dulce que encajaba perfectamente con su rostro.
Evidentemente le mostró el vestido, y Rashta no había podido estar más feliz.
El día paso con bastante rapidez, todas estuvieron enfocadas en sus propios asuntos. Y así, llegó la noche.

Caminaron lo más rápido que sus tacones altos le permitían a las cuatro, estaban bastante entusiasmadas debido al aire de incomodidad que había tenido el palacio durante mucho tiempo, por lo que ese baile representaba un poco de tranquilidad.
Ellas se posicionaron por las diferentes partes del salón, dejando que la emperatriz pudiera estar a solas.

Rashta por su parte decidió ir hacia la mesa de postres. La música era bastante tranquila, la gente hablaba tranquilamente, pero los susurros hicieron que Rashta dejara de lado la atención de los panquesitos sabor a fresa y se diera cuenta lo que era la nueva sensación de rumores.
Intento darse paso entre la gente, fue algo difícil ya que tenía que evitar tocarlos demasiado para no ocasionar malentendidos, hasta llegar a lo suficiente donde la altura de los demás presentes ya no fuera un problema.

-¿Porque querría vestirme igual a ti? ¿No te das cuenta de que nos pondría en ridículo a las dos? -sin duda, se trataba de la voz de la emperatriz. Y vaya que sonaba demasiado molesta.

-¡Usted se copió de mi! -Algunos evidentemente le creían a la emperatriz, otros tuvieron el pensamiento de que en realidad sí había sido la emperatriz quien le había copiado a Lady Britgget.

Ella sabía que esto no era verdad, pero no había mucho que pudiera decir al respecto. Todos pensarían que la emperatriz trataba inútilmente de recuperar el amor del emperador, cuando lejos estaba de ser cierto.
El emperador se puso de pie.