Digna rival

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Tony Stark nunca ha tenido rivales, al menos, no ninguno digno. Todo aquello que él hacía, salía bien; todo aquello que él quería, siempre podía obtenerlo. No importaba el ámbito ya fuera en la escuela o en el trabajo siempre salía ganando, y eso, por supuesto incluye al terreno del amor.

Le bastaba, casi casi, señalar a la persona que le gustaba para tener con ella algún tipo de relación. Cuando se enamoró de Steve Rogers, este no fue una excepción. Si bien su relación no se había dado de la manera más sencilla, menos aun considerando que Steve tenía no pocos satélites rondándole, habían consolidado una fuerte relación que, para Tony resultó ser en todos los sentidos la más satisfactoria que había tenido y que, estaba seguro, tendría. Así que no dudó en casarse con él. Se sabía el rey del corazón de Steve y un completo ganador de un amor incondicional.

Steve lo amaba y lo tenía en un lugar especial y privilegiado en su corazón y hasta en su razón. Ese amor no menguaba ni se decantaba hacia ningún lado. Ni siquiera cuando nacieron sus primeros hijos, hubo amenaza de desbanco. Steve amaba a sus hijos, pero estos perdían también cada batalla que intentaban ganar contra Tony, quien recibía más besos, más abrazos, más deferencia y más mimos que cualquiera de ellos. Ni Peter, ni Johnny, ni Harley habían logrado quitarle la corona.

Tony Stark había ganado, pues, todas y cada una de las partidas que la vida le había puesto. Tenía una carrera exitosa, una vida llena de comodidades, al amor de su vida y unos hijos traviesos, pero adorables.

Pero, un día, Tony se dio cuenta que por fin tenía una rival.

Una rubia hermosa de ojos azules.

Ella la única que podía quitarle la corona, la única que podía mirarlo a los ojos sin miedo y llevarse la atención de Steve con una simple sonrisa.

¡Ella!

El corazón de Steve se había derretido por ella, y no importaba que dijera Tony, ¡ella siempre ganaba! Entonces, comenzaron las derrotas.

—¡Quiero nadar! —dijo ella con un puchero en una noche de invierno.

—Imposible —le dijo Tony con los brazos cruzados listo para razonar con ella —. Está nevando, la alberca está helada.

—En la alberca pequeña —dijo ella con tozudez.

La alberca pequeña era el jacuzzi que estaba en el baño principal, el baño de Tony y Steve obviamente. Tony quería darse un baño relajante en él antes de dormir y, además, esperaba darle una sorpresa a su esposo.

—¡Quiero nadar! —repitió ella.

—No se puede, tendrás que esperar a que haya más sol —le dijo Tony — o esperar, al menos, a mañana, te llevaré a tu clase.

Ella hizo un puchero, su rostro enrojeció. Tony ya veía venir la tormenta, cuando se escuchó la puerta de la entrada abrirse y cerrarse. Ella, entonces, dejó atrás el berrinche que estaba preparando y corrió a todo lo que daba hacia la entrada. Tony fue tras ella con el alma en un hilo.

—¡Hey! —dijo Steve al verla correr hacia él y la recibió entre sus brazos con una enorme sonrisa —¿Cómo está mi capitana?

Ella le besó en la mejilla y pasó sus brazos alrededor del cuello al hacerlo. Luego, le miró con esos ojos brillantes y chantajistas, Tony suspiró por adelantado cuando llegó a la escena.

—Papi, quiero nadar —dijo ella —, pero papá no me deja.

Tony rodó los ojos. Ella, su rival más digno, era su propia hija. Sarah Marie la única niña, la más pequeña, la más parecida a Steve físicamente, pero que tenía (Tony no tenía dudas) su encanto, el encanto Stark a todo lo que daba y, por supuesto, también la inteligencia. Por cierto, era la única que le decía "papi" a Steve y "papá" a Tony, los niños usaban los apelativos al revés. Oh, sí, esa niña sabía lo que hacía.

—Está nevando —argumentó Tony —. Le dije que el agua de la alberca está helada.

—Es verdad, cariño —dijo Steve mirando a su hija con tanta devoción que Tony tuvo envidia —. Tony tiene razón, mañana en tu clase podrás nadar cuanto quieras.

—Es lo que le dije —Tony vislumbró la victoria.

—Pero quiero nadar ahora —dijo la pequeña inflando las mejillas —. Mi tía Naty me compró mi traje de sirena.

Steve sonrió. Tony prometió matar a Natasha. El bendito traje había llegado esa tarde, constaba de un conjunto de baño con short y playerita; y aparte, una cola de sirena. Natasha había comenzado a ir a clases de nado con monoaleta y con todo el glamur de una sirena. Sara Marie veía a su tía como la sirenita de la película animada, y obvio, quería ser como ella. Y como todos sus tíos, Nat no dudó ni un minuto en inscribirla también a la clase con ella.

—Mañana lo estrenarás —dijo Tony.

Sarah Marie no alegó, no hizo falta, recrudeció su puchero y unas lagrimitas se asomaron en sus ojitos. Steve le besó en la mejilla dulcemente y le acarició la cabecita.

—Podemos nadar un poco en el jacuzzi —dijo y Tony vio que el triunfo se le escapaba de las manos —, ¿qué dices?

A Sarah le brillaron los ojos, pero no de lágrimas, sino de alegría. Era justo eso lo que quería.

—Vamos por tu traje de sirena —dijo Steve depositando a la niña en el suelo.

La pequeña echó a caminar de la mano de su padre hacia su habitación. Tony frunció el ceño y se cruzó de brazos gruñendo. Steve se detuvo justo antes de pasar a su lado y le besó en los labios.

—No te enfades —le dijo —, serán sólo unos minutos.

—Llevará el traje mojado mañana.

—De todas maneras, se va a mojar. No te preocupes, lo pondré a secar.

Tony volvió a gruñir.

Steve ayudó a su niña a ponerse su traje de sirena, llenó el jacuzzi y estuvo con ella en todo momento. Tony los observó de vez en vez con cara de desaprobación. El juego terminó después de unos treinta minutos. Sarah dejó su cola de sirena, por su pijama. Steve le secó el cabello, procuró que se lavara los dientes y la arropó en su cama, antes de regresar a su habitación.

Tony estaba sacando los juguetes del jacuzzi cuando llegó.

—La consientes demasiado —le dijo Tony sin mirarlo.

Steve sonrió y lo abrazó por la espalda.

—Sarah Marie ya está dormida —le murmuró al oído provocándole un estremecimiento—, y el jacuzzi está listo.

—¿Para qué?

—Para ti y para mí.

Tony suspiró y se dio la vuelta en los brazos de su esposo.

—Los niños llegan mañana —le dijo con una media sonrisa, sus hijos mayores se habían ido a pasar unos días con sus tíos de Asgard, así que... —. Tenemos noche libre.

Steve lo ciñó contra su cuerpo y le besó en la boca arrebatadoramente.

Sí, bueno, Tony podía perder contra su hija, pero podía aceptarlo. Porque podía entender que se había convertido en la niña de los ojos de Steve. Era su padre y muchos padres muren de amor por sus hijas. Steve no era una excepción. Así que, aunque quisiera, no podía enojarse. Después de todo, al final del día, seguía ostentando la corona en el reino del corazón de su esposo.

 Después de todo, al final del día, seguía ostentando la corona en el reino del corazón de su esposo

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Espero que les haya gustado. 

Morí, pero sobreviví. 

¡Nos estamos leyendo!

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora