El Vecino

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18+

Mi esposo se había ido hacia apenas unos minutos, de hecho, podía imaginarlo abriendo apenas la portezuela de su auto, ni eso, quizás apenas había desactivado a la alarma; cuando escuché el timbrar que indicaba la llegada del elevador. Vivo en el último piso de un edificio de departamentos, en el penthouse. El elevador solo llegaba ahí con un código especifico que solo mi esposo y yo teníamos y cambiábamos constantemente. Sin embargo, cuando a ese timbrado siguió el de la puerta, pensé que había olvidado las llaves.

Me levanté de la cama, todavía en pijama y medio dormido. Caminé hasta la puerta y abrí.

Apareció ante mí la mirada zarca, el pelo rubio y la media sonrisa cínica de mi vecino.

―Hey, conejito―me dijo al tiempo que cruzaba el umbral de la puerta sin pedir permiso siquiera.

Sus brazos me rodearon la cintura y me levantaron del piso con apabullante facilidad. Sin mediar ninguna otra palabra, me besó en la boca, robándome el aliento.

―Es... espera ―mascullé apoyando mis manos en sus hombros, tratando de zafarme de su ataque.

―Ya se fue, ¿no es así? ―me dijo y volvió a besarme.

Escuché que la puerta se cerraba tras él y casi al mismo tiempo, su lengua se deslizó entre mis dientes. Entre la bruma de mi parcial despertar y de su beso, asentí. Él me llevó así hasta el dormitorio, donde me dejo caer en la cama. Aturdido, me semi incorporé en ella, apoyándome en mis antebrazos.

―¿Lo hiciste con él esta mañana? ―me preguntó al tiempo que se quitaba la playera.

Sus músculos atraparon mi mirada, como siempre. Delineé sus bíceps y sus hombros, sus pectorales y su abdomen marcado, me detuve solo ahí donde la línea del pantalón me impedía seguir viendo.

Apoyó una rodilla en el colchón y una de sus grandes manos me empujó de vuelta de espaldas contra las colchas. Se inclinó hacia mí y su rostro se acercó peligrosamente a mi boca, pero no me besó, ladeó el rostro y sentí el roce de sus labios en mi oreja.

―Dime, ¿te lo hizo esta mañana?

Tragué saliva y traté de controlar el estremecimiento que me invadió cuando su voz grave vibró en mi oído.

―¿No me lo dirás?― se apartó un poco y sentí como sus dedos enganchaban el resorte de mi pantalón.

Aguardó un segundo, como esperando respuesta.

―¿Estás loco? ―murmuré ― Todavía puede volver.

No fue la respuesta que esperaba, gruñó y me quitó el pantalón de un tirón. Yo solo pude esgrimir un gemido de protesta. Me giró sobre mi costado, hasta quedar boca abajo y sentí de nuevo sus manos, esta vez cubriendo mi trasero. Sus dedos se cerraron y apretujaron mis nalgas, luego las separaron.

―No importa si no me lo dices―continuó él y la yema de su dedo, se deslizó por la hendidura entre mis nalgas ―. Lo averiguaré.

Al terminar la oración su dedo presionó en mi entrada y se deslizó dentro. Apreté las sabanas bajo mis manos y los dientes aguantando la respiración por un momento. Mientras tanto, él movió su dedo dentro y fuera, dilatándome. Pronto, un segundo dedo se le unió. Apreté aún más las sabanas debajo.

―Mmh ―lo escuché, al tiempo que empujaba más sus dedos. Presionó dentro de mí y di un respingo, mi voz escapó de mis intentos por contenerla ―. Parece que no.

Traté de rehuir. Quería que sus dedos dejan de presionar ese punto, él los retiró y luego volvió a meterlos, golpeando de nuevo ahí, haciéndome ver estrellas.

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora