Secreto II

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Revelar mi secreto, de pronto, pareció demasiado sencillo, como si hubiera estado haciendo una tormenta en un vaso de agua. Mis pensamientos y mis emociones habían estado revueltas, eran un torbellino justo antes de hablar y contarle a Steve. Pero éste se había mostrado más tranquilo de lo esperado. Estaba curioso, sin duda, pero no alarmado, no escandalizado, no asqueado. Me sorprendió tanto que me tomó con la guardia baja cuando dijo que quería ver mi secreto.

No me pareció un problema hasta que dejamos el restaurante y abordamos mi auto en dirección a mi casa. Ahí, mientras el chofer hacia su trabajo y él miraba por la ventanilla despreocupadamente o a mí de vez en cuando soltando una sonrisa o un comentario cualquiera, como si nada pasara; que comenzó a trepar por mí un nuevo miedo. Más bien, era el mismo pero renovado, maximizado.

Steve podía decir que no importaba porque realmente no sabía a lo que se enfrentaba. Verlo, sin duda sería más sorprendente que solo imaginarlo. Podía, incluso, no estar creyéndome. ¿Qué me había pasado? ¿Cómo pude decir que sí con tal facilidad? Estaba a punto de hacer algo por primera vez y no había reparado en ello hasta ese momento: iba a mostrar mi cuerpo desnudo por completo. Bueno, al menos, una parte que nadie había visto (nadie que no fuese un profesional de la salud). ¿Qué fue? ¿Un instante de locura? ¿De irreflexión? ¿Emoción y alegría por no recibir el rechazo augurado? No lo sé.

Lo cierto es que, cuando llegamos a mi casa y dejamos los abrigos en la sala, estaba más tenso que nunca. Me preguntaba si sería posible dar marcha atrás, decirle que no estaba listo para mostrarle mi secreto. Una cosa era decirlo y otra desvelarlo en toda su crudeza. Vaya, ni siquiera creía que fuera estético.

―¿Estás bien? ―me dijo a medio camino hacia mi habitación.

Su pregunta detuvo mis pasos, me di cuenta de lo rígido que tenía el cuello y lo apretado de mi mandíbula, de hecho, todos mis movimientos eran robóticos. Steve, sin duda, había notado todo ello. Era un buen observador, en especial de mí. Giré lentamente hacia él, tratando de aflojar mi gesto en el camino. Él me miró con tranquilidad, con la interrogante pintada en su ceño. Temí decepcionarlo, después de todo, ya le había dicho que se lo mostraría.

―Claro ―le dije tras aclararme la garganta, incluso mi voz se había endurecido―, estoy bien.

Le dirigí una sonrisa falsa y cubrí la distancia hacia mi habitación. Abrí la puerta y pasé dejándole a él la tarea de cerrar la puerta. Encendí la luz y miré aterrorizado aquel lugar que era muy mío. Mi cama parecía el escenario de un teatro y la luz de la araña caía sobre ella como un reflector. Ahí, muy seguramente, sería el lugar donde mostraría esa parte de mí que me avergonzaba. Siempre rehuí a ese momento y ahora, era inminente.

―Tony ―la voz de Steve me sobresaltó y me provocó un escalofrío.

Volví a girar sobre mis talones, tratando de ocultar lo que califiqué como pánico escénico.

―¿Sí? ―le dije.

Steve caminó hacia mí, sin decir nada todavía, tomó mis manos entre las suyas y me miró con una dulce e indulgente sonrisa.

―Oye, quizás es precipitado. Podemos dejarlo para otro día ―me dijo ―. Cuando te sientas cómodo. Yo puedo esperar, en serio.

Como siempre, había notado mi estado de ánimo en un santiamén.

―Pero... te dije que lo haría...

―Bueno, puede ser otro día ―aseguró, me soltó las manos solo para acunar mi rostro y besarme suavemente en la frente y en los labios. Luego, sonrió y se estiró ―. ¿Qué te parece si bajamos a ver una película? Hay una que quiero...

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora