Pelear

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Es parte de una especie de tradición que cada vez que los vengadores regresan de una misión, IronMan y el Capitán América mantienen una larga discusión durante el viaje en el Quinjet hasta la torre. Sus compañeros, ya ni siquiera les prestan atención, cada quién se entretiene en otra cosa. Natasha suele colocarse tras los controles de la nave y se permite volar sin que Tony le de alguna instrucción respecto a su preciosa creación. Bruce se va un rincón a calmarse o se toma una cerveza con Thor (sí, suelen llevar abordo). Hablando de Thor, aparte de la cerveza, saca cualquier bocadillo que encuentre en el mini-refrigerador o los anaqueles, incluso, aprovecha que Tony está ocupado para encontrar los escondites que este tiene para sus dulces. Clint simplemente se sienta a revisar sus flechas y lanza de vez en cuando alguna mirada hacia sus dos líderes. Su parloteó se volvió una especie de música de fondo, a la que a nadie sorprende ni molesta. Ese día, sin embargo, la discusión continuó una vez que aterrizaron.

―No puede ser ―dijo Clint cuando entraron en la sala común y las voces de Steve y Tony todavía resonaban en la vanguardia.

Por lo general, terminaban tan peleados que una vez que aterrizaban, cada uno se iba a su respectiva habitación y los dejaban tranquilos. Después, al día siguiente, estaban como si nada hubiera pasado, hasta podían verlos bromear en la barra de la cocina durante el desayuno. En fin, ese día no parecía que funcionara de esa manera.

―¡Ya te dije que tenía que hacerlo!―gritó Tony, al tiempo que su armadura comenzaba a desprenderse de su cuerpo y se dirigía en automático al taller.

―¡No era necesario! ¡Te dije que no fueras! ―replicó Steve dejando el escudo sobre el sofá en el que Clint quería sentarse; luego, hizo lo mismo con su casco ―. ¡No había nada que pudieras hacer!

―¡No pasó nada! ―Tony rodó los ojos y se quitó el reloj de la muñeca, lo aventó suavemente sobre la mesa de centro de la sala.

―¡Pero pudo pasar! ―Steve desabrochó su cinturón táctico y lo dejó sobre el respaldo del sillón.

Mientras tanto, Natasha y Bruce iban por una copa al bar; y Thor asaltaba la cocina.

―Mira, puedes ser el líder y lo que quieras, pero no tenía tiempo para estar escuchándote ―Tony se sacó los zapatos pisando los talones de uno y luego de otro.

―Ese es tu problema ―le dijo Steve al tiempo que abría su casaca ―. No sé si te lo he dicho antes, pero somos un equipo. No, espera, ¡sí te lo he dicho!

―Ahh, ¡como jodes! ―Tony se dirigió a la cocina y quitó a Thor del refrigerador ―. Ya te dije que no pasó nada, capsicle.

Steve se sacó la casaca por encima de la cabeza y como el resto de su equipo cayó en el sillón. Clint frunció el ceño, podía decir adiós a sus ganas de sentarse ahí. Luego, Steve, se acercó a la cocina.

―Además ―continuó Tony, sacando una cerveza del refrigerador y abriéndola ―, ganamos. ¡¿Qué más da lo demás?!

―Se trata de la integridad de todos, Tony ―Steve se detuvo y puso los brazos en jarras. ―No te costaba nada seguir la orden.

Tony bufó, le dio un sorbo a su cerveza y rodeó la barra de la cocina para apoyar la lumbar en ella.

―Te pusiste en peligro absurdamente ―terminó Steve.

Entonces, para sorpresa de Clint, quien era el que los estaba siguiendo con la mirada, Tony sonrió.

―¿Te preocupaste por mí? ―dijo con un pizca de burla en la voz. Un tono que oscilaba entre el cinismo y... ¿qué cosa?, se preguntó el arquero.

Fue el turno de Steve de rodar los ojos.

―¿Tú qué crees?

El capitán hizo otra cosa que sorprendió a Clint: le quitó la cerveza a Tony y bebió de ella un sorbo antes de devolvérsela.

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora