18+
Steve regresó de correr aquella mañana como de costumbre y como de costumbre, al llegar se dirigió al baño de la planta baja para lavarse del rostro el sudor del ejercicio. Después, con la toalla en el cuello, se dirigió a la cocina por un vaso de agua. Nada parecía perturbar la rutina tranquila de todos los días.
Mientras caminaba hacia la cocina, llegó a él un delicioso aroma. Lo reconoció como el aroma de los hot cakes. Y eso era inusual, eso, rompía la rutina. Era él quien solía hacer el desayuno y algunas veces, sin duda, hacía hot cakes. Pero no era él esta vez, a menos que se hubiera duplicado de alguna manera.
Cuando cruzó el umbral de la puerta de la cocina, se encontró con la escena menos probable e inesperada. Tony estaba de pie frente a la estufa, en pantalón pijama y con un mandil encima. Había un desastre en la isla. Huevos rotos con la yema y la clara rezumando todavía, harina esparcida hasta en el piso, un cartón de leche abierto y mezcla de hot cakes salpicada. Sin embargo, Steve no vio ese desastre, ni pensó en la posterior faena que tendría que realizar para limpiar todo ello. No. Steve no vio eso. Vio a Tony de espaldas, ensimismado. Completamente concentrado en la tarea de hacer hot cakes, quizás, por primera vez en su vida.
Una sonrisa divertida apareció en el rostro de Steve. Entendió la razón de ello y no pudo más que sentir que su corazón se llenaba de amor. Tony estaba tratando de darle una sorpresa por su aniversario de bodas. Y solo por ello estaba luchando con el sartén y la espátula.
Enternecido, Steve se acercó a él con cautela, tratando de no hacer ruido. Tony estaba tan concentrado que no se percató de su regreso, por supuesto, no esperaba el abrazo que le rodeó desde la espalda. Dio un respingo, pero se relajó de inmediato, cuando sintió un beso en su cuello y sonrió.
―Steve ―murmuró ―, llegaste antes.
―No, llegué a tiempo ―respondió Steve que volvía a hundir el rostro en el cuello de Tony.
Le besó de nuevo y trazó un camino ascendente hacia su mejilla. Al mismo tiempo lo estrechó con sus brazos, contra sí.
―Espera, Steve, se me va a quemar ―dijo Tony volteando con dificultad uno de los panqueques.
Pero Steve no le hizo mucho caso. Volvió a besarle el cuello, esta vez dejando una pequeña marca rojiza en él. Luego le besó la sien, volvió a la mejilla y Tony sonriente, giró el rostro. De inmediato sus labios fueron atrapados en un beso. Sintió el roce de su lengua con la contraria y su paladar; el movimiento cadencioso de sus labios aceleró su corazón y encendió la llama del deseo en su bajo vientre.
―Para... Steve... ―murmuró en los labios de su esposo.
Fue una petición en vano. Steve pasó las manos por su torso lentamente, las coló por debajo del mandil y le pellizcó los pezones suavemente. Tony gimió contra su boca y aquello lo alentó a continuar. Sus dedos bajaron lentamente hacia el resorte del pantalón pijama y lo levantaron para deslizarse debajo.
En cuanto tocó su entrepierna, Tony dejó caer la espátula. Esta cayó sobre la estufa, rebotó y cayó al suelo. El estrepito, sin embargo, fue ignorado por ambos. Continuaron besándose y ahora, Steve masajeaba el miembro de Tony, quien, a su vez, movía la cadera en círculos, apoyando su trasero contra la pelvis de Steve y sintiendo la erección de este crecer gradualmente.
El deseo ganó la partida, Tony se giró y rodeó con sus brazos el cuello de Steve, facilitando así un nuevo beso. Steve lo abrazó y sus manos se deslizaron de la espalda a al trasero de su esposo, una vez más por debajo del pantalón. Estrechó sus nalgas y entre ellas deslizó sus dedos, buscando con sus yemas, la entrada a su cuerpo. Cuando la encontró uno de sus dedos franqueó el aro de músculos. Tony gimió más fuerte, rompió el beso y sus manos se aferraron a los hombros de Steve.
―Más... ―pidió con los ojos cerrados mientras los dedos de Steve penetraban en su interior y se movían, dilatándolo―... más... más... más profundo.
―¿Más profundo? ―preguntó Steve con voz ronca.
Tony asintió y, entonces, sintió que los dedos de Steve se retiraban. Se decepcionó, pero de inmediato eso desapareció. Steve se colocó detrás de él y le bajó el pantalón. Sin pensarlo, Tony apoyó las manos en la isla, inclinando el cuerpo. Sintió las manos de Steve una vez más contra sus nalgas y las separaba. Y a continuación, la bulbosa, caliente y húmeda cabeza del pene de su esposo se abrió pasó a su interior sin pausas. Tony dejó escapar un gemido y cerró los ojos.
Justo así, pensó, justo así lo quería. Sentirle dentro de él, llenándolo, invadiéndolo; y cuando comenzó a moverse, no pudo controlar su voz ni siquiera un poco. El roce en su interior, el golpeteó que alcanzaba su próstata y le daba un instante del placer prometido. Y deseoso por este, por esa sensación que comenzaba a trepar por su cuerpo, ese calor desesperante y a la vez delicioso; también se movió, buscando el encuentro.
―Más... ―suplicó Tony ―... más profundo.
Las manos de Steve, que hasta entonces habían ceñido su cintura y guiaban el movimiento, se apoyaron en la mesa, empujando a Tony contra esta y, al mismo tiempo, reduciendo el espacio entre ellos. Tony pudo sentir el cuerpo de Steve contra su espalda y también un empuje en su interior que le hizo ver chipas. Entonces, las penetraciones fueron cortas, contra el mismo punto, y rápidas. Sintió derretirse y el orgasmo lo alcanzó solo un poco antes que a Steve cuya simiente se derramó en su interior.
Tony todavía estaba disfrutando del orgasmo y se estremecía entre oleadas de placer, cuando el aroma a quemado llegó a sus fosas nasales. Tardó uno segundos en comprender de que se trataba. Entonces, empujó a Steve y corrió a la estufa. El hot cake que yacía en el sartén estaba negro cuando lo quitó de este, incluso una parte quemada se había quedado pegada en él.
Steve vio cómo su esposo se giraba hacia él con el ceño fruncido.
―¡Te dije que se quemaría! ―le dijo.
―Lo... siento.
―¡¡Es que no podías esperarte!? ―le espetó.
―Es que te veías muy sexy mientras cocinabas.
El hot cake quemado voló por los aires. Steve se agachó a tiempo. Tony se dio la vuelta, a pesar de su enojo, Steve pudo notar el sonrojo en sus orejas y él conocía muy bien lo que significaba. Volvió a acercarse y a abrazarlo, Tony giró un poco el torso, para verlo a los ojos y tras un segundo sus labios volvieron a encontrarse.
Steve estiró el brazo y apagó el fuego de la estufa. Luego, levantó a Tony en brazos para llevarlo a la habitación.
Desayunarían más tarde.
Espero que les haya gustado.
Un poco de un esbozo de de Kinktober, porque sí.
XD
¡Nos estamos leyendo!
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Stony Series Vol. 5
Fiksi PenggemarConjunto de one shots STONY 1. Steve regresa de la guerra, pero no está aquí. 2. Para sanar las heridas, quizá basten unos besos. 3. Peter y Johnny son cupidos inconscientes de sus padres. 4. En una tierra lejana son hombres sufren de un amor proh...