Gay Chicken

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 "Es sólo un juego" Se había dicho Tony y le había dicho, a su vez, a Steve. Sólo eso. No tiene que significar nada. Nada en absoluto.

Y ciertamente, comenzó como un juego. Quizás estaban ya demasiado tomados. Botellas de whisky y de ese licor especial asgardiano estaban esparcidos por el piso de la sala común de los vengadores como prueba silente de un exceso.

—Yo elijo las parejas —dijo Natasha con una sonrisa enorme en el rostro.

Así fue que Tony y Steve acabaron frente a frente ante la mirada del resto de sus compañeros. Las reglas del juego eran simples. Iban a acercarse al rostro del otro poco a poco, el primero en quitarse, perdía. Esto es, en su forma más simple, el gay chicken.

—¿Listo para perder, Rogers? —preguntó Tony con una media sonrisa de suficiencia en el rostro.

Tenía plena confianza en sí mismo. No le temía a un beso. Había besado hombres antes, besos simples, breves y siempre de broma, o en el mejor de los casos, para incomodar un poco. Un beso, ¡bah! Era nada. Pero dudaba mucho que Steve aguantara lo suficiente como para concretar el contacto.

Steve no respondió a la pulla. Le miró tranquilo, pero había un pequeño rastro colorado en sus mejillas y en la punta de su nariz. No se emborrachaba, no podía, pero el licor asgardiano lograba, por un corto periodo de tiempo, acercarlo a ello. En esos breves instantes se exacerbaba su temeridad. Tony no contó con eso, no se lo imaginaba siquiera.

Cuando Natasha les dio la señal para comenzar, Tony inició con confianza. Pero a medida que sus rostros se acercaban, la tranquilidad de Steve empezó a mellar su seguridad. "¿Por qué no parece inmutarse?" Se preguntó. Su rostro estaba cada vez más cerca del de Steve, y por la cercanía su mirada comenzaba a perder el enfoque. Lo vio, eso sí, ladear el rostro para evitar el choque de sus narices; pero no evitó el roce de su respiración contra su mejilla. A Tony, además, también le llegó el aroma tenue de una colonia combinada con el suavizante de telas y por alguna razón le pareció tan agradable que se sintió capaz de hundir las narices en esa tela.

El inminente beso estaba por darse. Steve no parecía tener intenciones de quitarse, sus labios estaban a unos centímetros de los de Tony, quien sintió como si se abriera un hueco en su estómago y de éste brotaran mariposas que agitaban sus alas violentamente. Tenía las puntas de los dedos fríos y, de pronto, su garganta estaba seca. No estaba seguro de respirar, pero si del ensordecedor redoble de su corazón contra su pecho.

Sus amigos, aquellos que habían estado riendo y bromeando antes, tomándoles el pelo; habían callado y aguardaban, ellos sí, con la respiración contenida. Medio centímetro menos y aquello, entonces, ¿cómo se decidiría? Tony se preguntó eso. Él no era un cobarde, aguantaría ese beso, claro que sí. Al menos, podría presumir que había besado al Capitán América. Tres centímetros, era todo. Dos centímetros. Todavía uno podía retirarse. Todavía... Tony cerró los ojos con fuerza y justo entonces desvió el rostro y sintió el impacto de un suave beso contra su mejilla.

—¡Tony perdió! —gritó Thor.

Y las risas volvieron. Circularon las cervezas y se pagaron algunas apuestas. Bruce perdió la siguiente ronda contra el Dios y Clint se negó a participar, perdiendo de antemano. Tony paró aquello argumentando que era aburrido.

—Sólo porque pediste— le dijo Natasha.

Y sí, tenía razón. Pero ¿Perder? Tony Stark no perdía, y menos contra un soldado descongelado que no había tenido acción en mucho tiempo. ¿Perder? No, no.

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora