Me mudé cerca de la universidad en la que tomaría un curso especializado en mecatrónica. Se trataba de un edificio con varios departamentos en cada piso. Los departamentos eran pequeños, pero tenían todo lo necesario. Estaba ocupado principalmente por estudiantes y personas de la tercera edad. A un par de cuadras, además, estaba un parque y otro par más allá, la universidad. Solo me quedaría ahí unos tres meses, así que no me importó que no fuera el clásico lugar en el que solía hospedarme, es decir, un complejo elegante con club y hasta supermercado integrado. Ni mi padre puso muchas objeciones, aunque insistía que podía encontrar un lugar mejor para su princesa; a mí me gustaba, en especial porque en mi mismo piso vivía él.
La primera vez que lo vi fue en el parque, mientras yo hacía un recorrido exploratorio días antes de que comenzara mi curso. En ese momento no sabía que era mi vecino. Él estaba ahí, lanzándole la pelota a su perro. Era tan guapo que no pude evitar quedarme babeando un rato viéndolo correr con su can de aquí para allá, mientras el sol se ocultaba tras nuestras espaldas.
Pasaron pocos días para que me diera cuenta que vivía en el mismo edificio, y un par de horas más para descubrir que su apartamento estaba solo a unas cuantas puertas del mío. El apartamento 512, él es el chico que vive en ese número dorado.
Pronto establecí, sin querer, una rutina. Cada día es igual por mi pasillo, nunca llego a mi puerta sin oír el chiflido de un chavo que me dice que me está esperando. Se trata de Peter Quill, es un chico castaño que siempre lleva los audífonos colgados en las orejas. Creo que es streamer o al menos pasa mucho tiempo en su apartamento comiendo comida rápida, porque a eso huele su ropa: a pollo, pizza y hamburguesa todo combinado. Siempre tiene migajas en la barbilla y una mancha de grasa en la pernera del pantalón. No es un mal tipo, hasta es gracioso, pero lo que él debía hacer es ir y darse un baño en lugar de llamarme. Y, no es por nada, pero no soy un perro para que me anden chiflando. Sus modales son un desastre.
Eso me recuerda que mi chico del apartamento 512 es el coso más caballeroso del mundo. El otro día lo vi llevando las bolsas de compra de la señora Jones del 620, una mujer mayor que apenas si puede caminar con su bastón. Le abrió la puerta del edificio y cuando ambos entraron, le dio su brazo libre para que se apoyara en él. La señora Jones hablaba hasta por los codos, y él le contestaba con suavidad cada vez que ella hacia una pausa, mientras caminaban lentamente hacia el elevador. No me lo imagino por ahí chiflándole a una chica cual mamarracho.
No me gusta hacer comparaciones, pero no puedo evitarlo. Mi chico siempre sale impecable oliendo muy, muy rico. Quill se picó la nariz, se sacó algo, lo hizo bolita y lo aventó por ahí.
―¿Para qué me esperabas? ―le digo con el ceño fruncido, con ganas de correr hasta mi puerta, aunque, al mismo tiempo, esperando ver a mi chico aparecer en cualquier momento.
―Tengo un juego nuevo, ¿quieres jugar, Toni?
―No puedo ahora ―le digo cortante ―. Tengo tarea.
―Ah ―dice él ―. Será luego.
―Ajá ―digo con desdén. Por supuesto, no tengo intenciones de ir a jugar con él. Nunca.
Quill se mete de nuevo en su apartamento, y sigo mi camino. Ya puedo ver el 512 y mi corazón retumba. Imagino que él abre la puerta justo cuando voy a pasar, tropezamos, mis cuadernos salen volando y él me ayuda a recogerlos, se disculpa y entonces, me mira la os ojos y se da cuenta que soy el amor de su vida... Sí, bueno, he visto demasiadas películas románticas estos días.
Me estoy acercando, y un aburrido me detiene otra vez. Se trata de Justin Hammer, va al mismo curso que yo. No tengo la menor idea de porque se hospedó en el mismo lugar que yo; sus padres tienen tanto dinero como los míos y además es un tiquismiquis, jamás se habría rebajado a quedarse en un lugar como ese. Como sea, salió a mi paso cronometrado, como si estuviera espiando mi regreso. No lo dudo ni tantito, para ser honesta.
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Stony Series Vol. 5
FanficConjunto de one shots STONY 1. Steve regresa de la guerra, pero no está aquí. 2. Para sanar las heridas, quizá basten unos besos. 3. Peter y Johnny son cupidos inconscientes de sus padres. 4. En una tierra lejana son hombres sufren de un amor proh...