Caja negra

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Caja negra

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Tony leyó de nuevo aquel anuncio que había saltado mientras navegaba en internet, para ser más específicos, en una página triple equis. Había utilizado una computadora un tanto vieja para entrar y una ventana de incognito para ello, no tenía activados los bloqueadores de anuncios, así que no le sorprendió que apareciera. Lo que le sorprendió fue que parecía ser bastante oportuno.

Desde hacía unas semanas, Tony había comenzado a sentir algo que lo inquietaba. Se trataba de un deseo y una atracción que se negaba a aceptar del todo, porque nunca antes la había sentido y a esas alturas de su vida le parecía más una crisis de la mediana edad que otra cosa.

Esa inquietud había comenzado un día como cualquier otro en el complejo de los vengadores. Estaba saliendo de su taller por ahí de las seis de la mañana. No había dormido nada. Se dirigió a la cocina en busca de algo de comer y una taza de café. Estaba bostezando mientras la cafetera funcionaba cuando Steve entró. Llegaba de su carrera matutina con la playera pegada al cuerpo por el sudor, el cabello húmedo y las mejillas sonrojadas.

―Buenos días, Tony ―le dijo al tiempo que se dirigía al refrigerador para sacar una botella de agua.

―Buenos ―respondió sintiendo un extraño vuelco en el corazón.

Por alguna extraña razón no pudo apartar la mirada del capitán, ni de recorrerlo con ella como un escáner. ¿Desde cuándo la ropa deportiva podía entrar en la categoría de sexy? ¿Desde cuándo el cap era sexy? El pensamiento le produjo cosquillas y un dolor en el pecho inescrutable. Steve bebió de la botella un largo trago de agua y después, lo miró. Y Tony sintió que los colores se le subían al rostro.

―¿Estás bien? ―le preguntó Steve.

―¿Eh?

―¿Vas saliendo de tu taller?

―Ajá.

Steve sacudió el rostro y se acercó a él, provocándole un acelerón en el corazón. Sin mediar palabra, el capitán posó su palma en la frente de Tony suavemente.

―Estás algo caliente ―le dijo ―. Tony, si no duermes, vas a enfermar.

Tony apartó el rostro y dio un paso atrás.

―Estoy bien, capsicle. Iré a dormir ahora ―dijo y lo esquivó para correr a su habitación, olvidando el café y todo.

Después de ese día, las cosas no habían mejorado. Ya fuera de día o de noche, desvelado o no, ebrio o sobrio, no podía dejar de sentirse nervioso en presencia de Steve, incluso celoso cuando lo veía cerca de alguna chica o lo que era peor se sentía culpable cuando él mismo estaba con alguna chica. Comenzó a plantearse seriamente una cuestión, ¿acaso le gustaba Steve? ¿Sentía un tipo de atracción sexual hacia él? Ese pensamiento lo agitaba. Se decía que no podía ser. No le gustaba, no podía gustarle. A él no le gustaban los hombres y Steve era uno, así que estaba descartado. Sí. Claro. Entonces, ¿por qué sentía lo que sentía? Quizás si estaba en una especie de crisis. Tal vez no era que le gustaba Steve, sino que sentía curiosidad por las relaciones homosexuales, aunque aquellas sensaciones solo las despertaba el capitán. Ni Thor, ni Bruce, ni Clint lo afectaban así.

A pesar de esa observación, decidió experimentar un poco, tal vez podría discernir si sentía deseo sexual por los hombres. Así que tomó una vieja laptop, que seguramente nadie tomaría ni relacionaría con él y abrió una página porno, se dirigió a la sección que rezaba "Gay" y dio clic al primer video que le era recomendado.

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora