Regresión

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Para tratar su alcoholismo, Tony decidió probar diferentes terapias, pero ninguna de ellas dio resultado. Su mejor amiga, Pepper, al verlo resignado y en cierta manera desahuciado, le habló de una terapia tan novedosa como controvertida: la hipnosis. Según le dijo, a través de ella, Tony podría excavar en los recónditos motivos por los cuales había desarrollado esta enfermedad y asimismo atacarlos desde lo más profundo de su psiquis.

Al principio, Tony se sentía inseguro. La hipnosis, decía, no era más que una charlatanería que se utilizaba en los espectáculos de magia y cosas parecidas. Pepper, sin embargo, insistió, y al no tener más opciones, decidió asistir.

En las sesiones de hipnosis el terapeuta lo instaba a recostarse en un diván cómodamente, le ponía música suave, generalmente instrumental o ambiental y comenzaba a hablarle con voz grave y calmada. Tony empezaba a sentirse somnoliento y al poco rato se quedaba dormido. No caía en estado de hipnosis, según le explicaba el terapeuta al despertar, para ello tenía que ir a más sesiones, ya que a veces había resistencia. Tony lo escuchaba escéptico, casi convencido de que solo le estaba sacando dinero, pero tenía que reconocer algo: durante las sesiones, dormía profunda y plácidamente. Al despertar se sentía descansado y tranquilo, cosa que no sucedía en la soledad de su habitación. Así que siguió asistiendo, solo para disfrutar de esas siestas reparadoras. Soñaba durante estas, y solía reconocer que eran precisamente sueños mientras estaba en ellos. Pero, un día, el sueño pareció un poco más real que de costumbre, tanto que dudó que lo fuera; también, fue inédito, nunca antes había soñado algo parecido y, por primera vez, el sueño tuvo relación con el alcohol, aunque realmente no estuvo seguro de que ese sueño le diera alguna respuesta al porqué de su alcoholismo.

En su sueño, Tony despertó desnudo con el sol dándole en la cara, le dolía un poco la cabeza y sentía la boca seca, como siempre que tenía resaca. Nada diferente a sus despertares en la realidad en su casa de Malibú, pero el lugar en el que estaba no era su casa, las cortinas no se abrían y cerraban automáticamente, ni había un despertador o una voz en el ambiente que le dijera qué hora era y que tenía ciertas o cuáles citas a las cuales asistir. No. Estaba, más bien, en una casa de madera, el sol se filtraba por las ventanas que no tenían más que una ligera cortina un poco raída, y por las ranuras de las tablas que componían las paredes. Todo parecía bastante precario y descuidado, pero, a pesar de ello, él estaba muy cómodo en aquella cama poco mullida, y la razón estaba a su lado. Había alguien a su costado, abrazándolo. Y no era una persona cualquiera, era alguien especial, un amigo suyo de la vida real, pero que ahí, era más que eso. Tony no sabía cómo, pero estaba seguro de que había dormido con él, que habían tendido intimidad, que se habían besado y hecho el amor bajo esas sábanas de algodón. La prueba máxima de ello era que su amigo, estaba desnudo también.

En su sueño se sentía feliz, más feliz que en otros momentos de su vida antes. Era feliz porque estaba ahí con él, y él le miraba con tranquilidad y cariño desde su almohada. Él, su amigo, que no era su amigo, le dijo "buenos días" y le besó suavemente en los labios. Lo cual lo llenó de una alegría inusitada, una especie de confort y dulzura que no había sentido nunca antes. Su amigo después, retiró las sábanas, se incorporó y sentó en el colchón. Las sábanas cayeron y Tony observó embelesado su torso desnudo bien trabajado, siendo iluminado por el aura dorada del sol. Parecía una especie de ángel para él y no podía evitar pensarlo, aunque al mismo tiempo le pareciera demasiado cursi. No se movió, solo lo observó. Lo vio levantarse y vestirse frente a él, capa tras capa, pantalón vaquero, camisa, chaleco, sobre cuya solapa brilló por un momento una insignia en forma de estrella y entonces, en ese momento, supo perfectamente quién era esa persona que le miró una vez más mientras se fajaba.

―¿Es que ya se va, Sheriff? ―le dijo con una sonrisa traviesa desde el colchón.

Este le sonrió mientras se abrochaba el cinturón y después, tomaba de la cabecera de la cama sus armas.

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora