Alfa x Alfa (3)

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Parte 4

Acuné su nuca a medida que profundicé el beso. Mi boca recorrió la suya, mi lengua recogió el sabor del café y las galletas, así como el casi imperceptible deje del vino. Lo sentí entregarse a ese beso con el mismo ímpetu que le demandaban mis labios. Con mi mano libre lo sujeté de la cintura y lo atraje hacia mí.

El movimiento hizo que golpeara la taza de café y la volcará. Aquello nos separó. Corrí por un paño para limpiar la isla.

―Lo siento, Tony ―le dije y le pasé un par de toallas de papel para que tratara de absorber el café que había caído en su pantalón y saco.

Él negó mientras pasaba las toallas por la tela. Aún tenía las mejillas sonrojadas y noté que se limpiaba discretamente los ojos con las toallas antes de usarlas para el café.

―Te sirvo otra taza ―le dije tras limpiar y fui por la cafetera.

―No, está bien, déjalo así.

Lo miré un tanto apenado.

―Debe ser muy caro, ¿no es así? ―dije.

―¿Qué cosa?

―El traje.

Tony sonrió y sacudió la cabeza. Entendí que me decía que no importaba. Tras otro silencio un poco incómodo, él volvió a hablar.

―¿Por qué me besaste? ―preguntó.

Vaya pregunta tan difícil y a la vez tan fácil de responder. Dejé el paño sucio en la tarja y le miré mordiéndome el labio inferior, buscando una respuesta que pudiera reestablecer el status quo entre nosotros. Pero no lo logré, no había respuesta válida para ello.

―Supongo―balbuceé ―... supongo que quería hacerlo.

Vi que Tony esbozaba una sonrisa.

―¿Querías hacerlo? ¿Por qué?

―No sé ―respondí sinceramente y fui yo quien desvió la vista esta vez ―. Tal vez... porque también fui verdaderamente feliz contigo.

Otro silencio. Y después:

―¿Me besarías de nuevo? ― preguntó al tiempo que rodeaba la isla para llegar hasta donde yo estaba. Se detuvo a medio paso de mí.

Sus ojos seguían brillando, pero no parecía que las lágrimas que contenían fueran de tristeza.

―¿Eh? ―insistió ―¿Lo harías? Al menos por nostalgia.

―Si... si tú quieres.

Me sonrió.

―Sí, sí quiero.

Nuestras miradas se entrecruzaron, mis dedos, mis labios, incluso, mi lengua, sintieron el cosquilleo del anhelo. La desesperación que se siente cuando se tiene sed o hambre. Di el medio paso que me faltaba para alcanzarlo, mis manos se posaron a ambos lados de su cabeza, inmovilizándola. Sentí su respiración tibia chocar contra la mía. Sus manos apoyándose tímidamente en mi torso. Lentamente acerqué mi rostro al suyo y la llama olvidada del deseo se encendió de nuevo.

Lo besé. Lo besé como minutos antes, como en el ayer marcado por los años, como si tuviera 17 años y no me importara el futuro. Su respuesta igual de vehemente, avivó la llama. Su brillo y su altura alcanzaron mi piel y mis sentidos. Cuan peligroso era aquello y antes de que se expandiera incontrolablemente, me aparte.

―No, no pares ―me dijo Tony todavía con los ojos cerrados ―. Abrázame, Steve.

No lo pensé y lo rodeé con mis brazos, lo estrujé contra mi pecho y lo incliné para devorar su boca ansiosamente. Mis dedos se aferraron a su ropa, la arrugaron. ¡Qué molesta me resultaba! Deseé apartarla, hacerla jirones con mis uñas, arrancársela como un lobo arranca la piel de su presa. Deseé arañar su piel, morderla y lamer sus heridas. Deseé hacerlo mío con un ardor diferente y único. No lo había sentido ni siquiera cuando éramos novios, no así, no con esa intensidad.

Stony Series Vol. 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora