51. Noche de cumpleaños

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[Paloma]

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[Paloma]

No creo haber dicho antes lo mucho que me gustan los cumpleaños. Todos menos el mío (aunque un poquito, sí), es como si fueran días mágicos llenos de sorpresas y cosas bonitas.

¡Hoy es cumpleaños de Doménico! Y ya sé que lo conozco solo por meses, pero me he levantado a las cuatro de la mañana por lo emocionada que estaba. Laura comenzó a planear la fiesta de hoy hace unas semanas, pero lo que de seguro no planeó fue tenerme a mí desde temprano pidiendo ayudarle en lo que sea. Claro que me esforcé en todo. Es la fiesta de su esposo, mínimo debe querer que todo salga perfecto.

Le deseé feliz cumpleaños a Doménico en el desayuno, pasé a darle un beso a René y fui a la cocina a comer un pan en la tarde. Fuera de eso, no he parado (ni me he separado del lado de Laura) hasta ahora, cuando ella me da las gracias y me dice que no me tengo que preocupar más que por prepararme para la noche (que ya son las cinco treinta de la tarde, ya casi es noche, solo digo). No me queda más que ir a buscar a don Sonrisas, a quien encuentro en el cuarto de los instrumentos tocando el piano.

¿Por qué tiene que tocar tan bonito? No sé qué canción es, pero suena a que es clásica, o eso es lo que he aprendido. Me quedo en la puerta y me apoyo en el marco pensando en cuántas veces he hecho esto y cuántas cosas he sentido al hacerlo. Envidia, curiosidad, rencor, odio, admiración, hasta amor. Qué increíble cómo se pueden sentir tantas cosas diferentes con la misma situación.

Cuando la canción termina (muy alegre, casi me pude imaginar a la gente de la época antigua bailando en salones gigantes) es cuando sé que tengo permiso para hablar.

—¿Cuál era esa? —pregunto, acercándome.

René solo voltea un poco la cara y sonríe. Ay, si le dijera cómo me siento cuando hace eso cada vez que aparezco.

—Una de Beethoven, la opertura 119 N° 3 en Re mayor —contesta.

—Sonaba difícil.

—¿Qué, esto? De hecho, era bastante simple, secuencias y patrones.

Me hace espacio junto a él en el banco y yo me siento.

—Pfff, para qué te pregunto, para ti todo es fácil —me quejo.

—No todo, hay algunas que de verdad me ha costado aprender.

—¿Como cuáles?

—Bueno, no me siento orgulloso de confesarlo, pero...

Y empieza a tocar otra muy bonita que también suena antigua. Entiendo lo que dice de que esa puede ser más complicada, a mí me está costando un poco seguirle el ritmo, y eso que yo no estoy tocando.

—Es de Liszt, traducida del alemán se llama "Cantar sobre el agua" —habla mientras toca—. No es que sea muy difícil de seguir, pero su pulso se me hizo complejo en un principio.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora