59. La palabra de una madre

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[Paloma]

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[Paloma]

Viendo correr a mis hermanitos por la sala que ya no se ve tan descuidada, me pregunto si tendrán idea de lo que les espera para el futuro. ¿Ya lo habrán pensado o todavía son muy inocentes para preocuparse por eso? No me acuerdo de si yo lo pensaba cuando tenía su edad. Lo más que recuerdo es pensar en jugar, en ganar y en Spiderman.

—Estás un poco callada, mi amor —dice Myriam.

Volteo hacia ella. Sigue sentada frente a mí en la sala, solo ella, porque las demás madres han salido.

—Sí, perdón —acepto—. Es que estaba pensando.

—¿Hay algo que te preocupe?

Claro que sí. Han pasado solo dos días desde que a René y a mí nos dieron la mejor y la peor noticia de nuestras vidas y, aunque lo hemos intentado, no hemos podido hacer que las cosas sean igual que antes. Seguimos hablando, seguimos bromeando, seguimos pasando horas y horas en el cuarto de los instrumentos cuando tenemos tiempo, pero siempre está ahí, aunque no queramos, siempre está ahí la punzadita que nos recuerda que lo más posible es que nos tengamos que separar.

Ninguno de los dos ha respondido todavía, ni él a Manuel ni yo a Laura. Es que todavía no sabemos qué hacer, es imposible, si le decimos que sí a una cosa, tenemos que decirle no a la otra y eso no es justo. ¿Por qué tenemos que escoger?

Creo que fue por eso que vine a visitar el orfanato. Cuando yo era chica, pensaba que mis madres lo sabían todo, sobre todo Myriam. Nunca se equivocaban, veían el futuro, sabían lo que estaba bien y lo que no. Eran como una especie de bola de cristal alucinante que nunca fallaba, así que... creo que eso ha sido. Es como si mi yo de cinco años hubiera venido a buscar una respuesta en vez de mi yo de dieciocho.

—Ehm... Laura nos va a llevar a las modelos y a mí de gira por un mes —le cuento—. Para presentar su ropa y eso.

En la cara de Myriam aparece una expresión de sorpresa.

—¿Es... seguro? —pregunta.

—Claro —aseguro.

Y como ya me veía venir esa pregunta, le digo todo lo que de seguro quiere saber. Myriam es una madre, creo que era de esperarse que tuviera este tipo de dudas.

Le explico de qué se trata el viaje, quiénes nos acompañarían, en qué consiste en todo, qué vamos a hacer y de qué forma lo vamos a hacer. Le doy una lista de los países a los que vamos a ir (que me aprendí después de que se lo conté a René), y le prometo que soy grande y que sé cuidarme bien desde que no lo era.

—Me pone contenta visitar sitios nuevos —sigo—. Ya sabes que nunca he salido de aquí y es como una aventura, ¿no? Además, si hago esto, voy a terminar de ahorrar para entrar a la universidad y volverme asistenta social y ayudar a los niños y a las niñas.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora