66. Amar a la nada

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[Paloma]

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[Paloma]

Me he despertado en la madrugada. Siempre he sido de las personas que se levantan temprano porque eso es lo que me enseñaron, pero esta vez no ha sido por costumbre, sino por alguna otra cosa que no entiendo. La cosa es que abrí los ojos de la nada y todo estaba oscuro. Casi todo, por lo menos, porque la luz de los faros de afuera entraba por la ventana y le estaba cayendo a René en la mitad de la cara, que estaba como a diez centímetros de la mía.

Me quedé mirándolo a él y también al vacío por horas. Me quedé contándole los lunares y viendo cómo sus párpados temblaban de vez en cuando mientras dormía tranquilo. Poco me faltó para ponerme a contar los cabellos que le caían sobre la frente.

Cuando él abre los ojos, todavía no amanece. Le soplo suave para que sepa que también estoy despierta y sonríe mientras se estira.

—¿Algún día perderás esa necesidad que tienes de espiarme? —susurra.

—Ay, ¿sabes qué? Vuelve a dormir, que durmiendo me caes mejor.

—No es cierto —sonríe, presumido.

Lo miro con tristeza.

—No, no es cierto —digo.

Parece que me lee la mente, porque la sonrisa se le borra lentamente de la cara.

—Es hoy —recuerda con la voz más apagada—. Hoy me voy.

De tan solo escucharlo se me descompone el estómago.

—Quizás no debimos hacer esto —sigue—. Hubiera sido más razonable dormir separados durante todos estos días para que la costumbre hiciera su parte y el cambio no fuera tan brusco. Cuando despierte mañana te voy a extrañar mucho más de lo que debería.

—Al diablo lo "razonable". Si algo me ha enseñado la vida es que los segundos no son para desperdiciar, así que yo no pienso perder ni uno solo mientras tú sigas aquí.

Me busca en la oscuridad hasta encontrar mi boca y me besa. Y nos besamos y no dejamos de hacerlo hasta que el sol ya nos da demasiada luz como para estar seguros de que nadie va a entrar en cualquier momento.

La mañana es rara y hay más silencio del que puedo aguantar. Nos levantamos y yo me dedico a ayudarle a estar seguro de que ha empacado todo lo que debe. Hablamos por un largo rato de lo que sea, de cuerdas de guitarra, de idiomas, hasta de Hueso, que ahora tiene cejas porque a alguno de los graciosos de mis hermanos se le ocurrió dibujárselas con un plumón negro. Además, hablamos de lo emocionado que está Diego por conocer el mundo.

Creo que no lo había dicho, pero Diego se va a ir con René para acompañarlo en el viaje. Fue cosa de último minuto, se decidió hace unos días cuando René aceptó que iba a necesitar un poco más de ayuda de la que había pensado. Luisa no era una opción porque no quería dejar ni a sus hijos ni su país. Quedó solo entre Alejandra y Diego, pero Alejandra también tiene su vida aquí. Diego, en cambio, en este país solo tiene amigos a los que puede volver a ver cuando regrese, el viaje le emocionó desde que René le hizo la propuesta y así quedó, los dos se van en vez de solo uno. Supongo que es bueno, porque René no se va a sentir demasiado solo teniendo cerca a alguien que lo conoce de años, pero eso no quiere decir que no se les vaya a extrañar a los dos.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora