15. El día en cuestión

88 15 8
                                    

[René]

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

[René]

—En algunos casos, una persona puede llegar a vivir con una bala alojada en cualquier área de su cuerpo siempre y cuando esté en una posición estratégica, una que permita a todo lo demás seguir su curso sin ningún problema.

—¿En serio?

—En serio.

—¿Pero las balas no... ya sabes... matan?

—No siempre. A veces una bala puede quedarse en un lugar estable, sin tocar nada importante. Incluso podrías ni notar que está ahí.

—Vaya...

—Es casi como ha sido para mí tener R.P.

—¿R.P.?

—Retinitis Pigmentosa.

—¿Lo que tienes en...?

—Lo que me hace ciego, sí —corroboro.

Nada y yo estamos tumbados en el suelo del salón de música, en una de nuestras extrañas conversaciones diarias sin sentido. Hemos hecho esto un poco más seguido desde que compartimos ese momento surreal con Teenage Dream, aunque ella ha cumplido con su palabra y no ha vuelto a mencionarlo. Aunque ahora se la pasa trabajando con Laura, de alguna forma siempre tiene tiempo para hacerme preguntas cada vez que se encuentra conmigo, lo cual se ha puesto estimulante no solo para mi nivel académico, sino para mi ánimo. Es una forma... digamos que innovadora de combatir el aburrimiento.

—¿Por qué dices que es lo mismo? —inquiere.

—Porque... —ordeno las ideas en mi cabeza antes de exteriorizarlas— pude haber vivido con ella tranquilamente si hubieran sido otras las circunstancias, ¿entiendes? Si hubiera sido un hombre de cuarenta con otro tipo de metas, hubiera estado bien, me hubiera resignado y adaptado. Pero tenía dieciséis, quería ser artista, músico, fotógrafo, fue una mierda.

—Una bala de las que sí matan.

—Exacto, ese tipo de bala. Yo no podía ni quería vivir con ella.

Oigo a Nada exhalar muy hondo. Según los patrones que he ido deduciendo con el paso de nuestras conversaciones, sé que su siguiente pregunta no debe tardar en llegar.

—Pero te adaptaste, ¿no? —Dicho y hecho—. Si no fuera por el bastón, uno no se daría cuenta de...

Y deja la frase en el aire, porque no hay forma de que pueda terminarla de alguna manera que suene remotamente amable.

—Ese estúpido bastón. —Esbozo una sonrisa irónica diminuta—. Lo odié desde que me lo dieron.

—¿Por qué?

—Era solo otro recordatorio. Tardé bastante en acostumbrarme a él.

—¿Por qué?

Nada es una auténtica máquina de preguntas.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora