49. Metas

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[Paloma]

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[Paloma]

¿Ha sido difícil? Sí. Demasiado. ¿Sigo pensando en eso? Todo el tiempo. A veces me puedo estar riendo feliz de la vida y (¡bam!) está ese recuerdo que se me clava como un cuchillo en el estómago. Saber que obligaron a mi mamá a tenerme y que mi papá es un imbécil abusivo que me quiso manipular por dinero no fue una noticia bonita. Tal vez es lo peor que me ha pasado en la vida, y de verdad me han pasado cosas feas. Dolió, duele y creo que me va a seguir doliendo por mucho tiempo más.

Pero aquí ha estado mi familia conmigo. Mi verdadera familia. Han estado mis madres y mis hermanos, Laura, Doménico, Luisa, Diego, Alejandra; y René ha hecho todo lo posible por recordarme cuánto me aman las personas a las que amo yo. ¿Cómo no intentarlo por todas ellas? Gracias a ellas soy lo que soy ahora: las madres que me criaron, los hermanos y hermanas que crecieron conmigo, la familia que me acogió, el chico que me enseñó tantas cosas en tan poco tiempo. Por todas ellas y todos ellos no me he perdido a mí misma. Ha valido la pena. De verdad.

Quisiera decir que hoy es un día excelente y que me mantengo en pie como la campeona del siglo, pero es que hoy ha sido imposible, porque me desperté con unos cólicos horrorosos que me avisan que ha llegado el día del mes que más odio. Desde los doce años, una mañana cuando me levanté a medianoche y descubrí que sangraba (pensé que me estaba muriendo y me puse a llorar, Myriam me tuvo que explicar lo que me estaba pasando) esta ha sido la cosa que menos soporto de mi cuerpo y de mi vida, pero qué se le va a hacer, nadie me ha pedido mi opinión.

Ojalá esta fuera una de esas cosas que los ricos pueden arreglar con todo su dinero. No digo que yo sea rica ahora, pero sí se me está acumulando un poco de dinero desde que mis madres ya no me lo aceptan. No las culpo, ya no es que lo necesiten demasiado, porque Laura hizo un donativo tremendo al orfanato justo después de conocer a Myriam. Adoró a mis hermanos, a mis madres, y le pareció terrible que tuvieran que pasar las dificultades que pasaban (si todos los ricos pensaran como ella...). Ah, pero no se quedó ahí. Conversando un poco con las madres sobre los niños mayores, escuchó la historia de la regla del fin del colegio y, no miento, casi se pone a llorar de la rabia. Así que (aplausos, por favor) mandó a volar a la dizque organización que se había inventado la norma y ahora la casa de mi infancia es una de las cuestiones benéficas de su fundación.

Cuando me enteré de eso, casi me pongo a llorar. Ahora mis hermanas y hermanos tienen un futuro. Ahora mi familia ya no va a pasar hambre ni necesidad. Alguien ha reconocido el trabajo de esas mujeres que criaron a tantas criaturas sin pedir nada a cambio y alguien se ha interesado por el futuro de tantas personitas esperando a crecer. Creo que, si yo pudiera hacer algo así, me sentiría la reina del universo.

Una punzada en el vientre me distrae. Me llevo la mano a la zona y la froto, intentando darle calor. Eso ayuda, ¿no? O eso aprendí hace tiempo. Siento envidia por todas las mujeres que no sienten dolor cuando pasan por esto, yo nunca he tenido esa suerte. Ni esa ni la de saber qué día va a pasar, en mi caso llega cuando se le da la gana.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora