23. La fiesta Vereau

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[René]

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[René]

Nada y yo estamos sentados en la sala después de un almuerzo en el que Laura no ha estado presente (ha estado encerrada desde la mañana en su estudio pidiendo no ser interrumpida por razones que desconocemos) cuando ella se nos acerca, pisando más fuerte de lo normal y con un aura un tanto nerviosa.

Nada es la primera en saludar y en preguntar qué le pasa, yo lo único que hago es esperar a que lo explique por sí sola.

—Estuve pensando —nos explica al cabo de un momento—. El lanzamiento de la línea de otoño está cada vez más cerca y la inauguración debería ser este fin de semana...

Trabajo, hurra, mi tema favorito.

—Entonces... estaba pensando...

Antes de que pueda hacerle notar que es la segunda vez que dice esa frase, siento su mano alcanzar la mía y mi entrecejo se frunce automáticamente.

—El año pasado no hubo una inauguración formal porque no había motivos de celebración —continúa, dirigiéndose a mí—. Estabas pasando por un momento difícil y por eso decidimos no llevar a cabo ningún tipo de celebración...

—Vaya, es gratificante saber que fui un obstáculo para tu trabajo, buen detalle, Laura —ironizo.

—No fuiste un obstáculo, pero la familia es primero —aclara Laura con una firmeza inusual—. No hubiera podido hacer nada si tú no te encontrabas bien. Eso era de lo que quería hablarte, de hecho, en las últimas semanas... tú te has visto mucho mejor y no sabes lo feliz que eso me hace. Comes y duermes mejor, tienes un mejor humor y las cosas en casa están mucho mejor de lo que pensé... así que pensé que tal vez... tal vez podríamos hacer una fiesta de inauguración aquí, en casa.

No sé si decir que no me lo esperaba, pero estoy mucho menos enojado de lo que pensé que estaría por ello. Si me hubiera dicho algo como esto hace un par de meses, la rabia me hubiera llegado hasta la médula de tan solo pensar en que ella no podía resistirse, que le era tan necesario volver al trabajo que no pararía hasta tener su antigua vida de vuelta.

Ahora, el disgusto ni siquiera llega a asomarse por mi subconsciente.

—¿Una... fiesta? —balbucea Nada.

—Así es —explica Laura, más segura que antes—. Me pasé la mañana en el estudio planeando todo para no perder ningún detalle cuando lo consultara con René, estarían invitados los inversionistas, las modelos y sus padres, algunas diseñadoras y diseñadores que son amigos míos, mi equipo de trabajo y algunas personas más. El acceso de la prensa sería muy limitado.

—Ah —culmina Nada en un tono ahogado.

Casi sonrío por la gracia que me hace lo tensa que parece haberse puesto de tan solo escuchar las palabras "fiesta", "inversionistas" y "prensa" combinadas en un solo argumento.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora