12. El acorde faltante

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[René]

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[René]

Me he encerrado los últimos días en cualquier lugar vacío que encuentre para practicar un poco con el bastón. Quiero decir, estoy harto de caminar pegado a las paredes como un insecto, quiero poder andar por en medio de los pasillos como una persona normal y si el estúpido bastón me puede dar eso, bienvenido sea.

Ya lo estoy llevando un poco mejor. Estoy muy seguro de que me tropiezo un noventa por ciento menos que cuando no sabía usarlo muy bien y la mayoría de las veces puedo saber en dónde estoy gracias a la forma de las cosas en el suelo. Ahora mismo, por ejemplo, gracias a cómo se siente la textura de la alfombra bajo el bastón, sé que estoy en el pasillo opuesto al de mi habitación. Es ahí a donde me dirijo, por cierto. Tuve una idea hace un rato que tengo ganas de dibujar.

Estoy pasando por las puertas correspondientes que comienzo a reconocer cuando escucho un ruidito que va cobrando forma a mis oídos hasta convertirse en un rasgueo de guitarra. No es perfecto, pero es aceptable, y viene del interior de una habitación que, por lo que escucho, no debe estar demasiado lejos de mí.

Avanzo haciendo el menor ruido posible, guiándome solo por el sonido. Mis pasos son mudos gracias a la alfombra, pero no puedo garantizar nada por parte del bastón, así que tengo cuidado de todos modos.

Me detengo frente a una puerta que debe estar abierta. Sé que es Nada, ya que nadie más aquí domina la guitarra (excepto Doménico, pero su conocimiento es tan básico que a nadie le da muchas ganas de escucharlo). Es solo a esta distancia cuando reconozco la canción. Y debo decir que no es muy fácil reconocerla, ya que la está tocando de la manera equivocada, pero también está cantando, es por eso que lo logro. "Crazy little thing called love", de Queen. De lo poco que le he oído tocar, he comprendido que tiene una clara predilección por el rock clásico, sea cual sea la razón.

Estoy pensando en devolverle lo que me hizo la primera noche que pasó aquí, aquello de escucharme tocar a escondidas, pero no sé si a mí me funcione igual, considerando que yo no tenía forma física de saber que ella estaba ahí y ella probablemente ya sepa que yo estoy aquí.

—Te falta un acorde —observo en voz alta.

Se detiene de inmediato. Quizás no lo sabía, después de todo.

—¿Me estabas espiando? —espeta ella.

—De quién lo habré aprendido —ironizo.

La oigo suspirar. Ya no es necesario ser demasiado grosero para divertirme a costa suya, lo cual está bien. Es una de las cosas más entretenidas que tengo para hacer desde que ella llegó.

—¿Qué me dijiste que me faltaba? —pregunta.

—Un acorde. —Tanteo con discreción hasta encontrar el umbral de la puerta y me apoyo en él—. Después del primero te falta uno.

—No lo creo.

—Como quieras. —Me encojo de hombros.

—No lo digo por molestarte, de verdad no falta ninguno...

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora