41. No es tu imaginación

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[Paloma]

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[Paloma]

Estos días han sido... raros. Eso por ponerlo de una manera suave, han sido los días más raros que he tenido desde que estoy viviendo con los Vereau, y eso es mucho decir, porque los ricos, así de perfectos como se les ve desde afuera, tienen sus rarezas y no son pocas.

La cosa es que han sido raros desde... bueno, no me va a matar decirlo, desde que pasó lo que pasó en el cuarto de los instrumentos. René y yo. Lo que hice y lo que pudo haber pasado. ¿Pero en qué estaba pensando? Ahora se me cae la cara de la vergüenza cuando me acuerdo, es por eso que no he podido ver a René durante los últimos días y me he pegado a Laura como una lapa el mayor tiempo posible: para tener una excusa y no tener que darle explicaciones. Es que, aunque lo he pensado durante días enteros, no comprendo por qué lo hice. Fue un momento bonito con la canción y todo, pero ¿por qué tuve que tomarle de la mano? Hace no mucho descubrí que sí, que me gusta, pero no por eso tengo que andar de estúpida haciendo cosas para que él lo note, ¿no?

Me lo imagino y me siento la idiota más grande del mundo. Me le acerqué, ¿y qué pretendía hacer? ¿Besarlo de buenas a primeras? Ay, virgen María, si ni siquiera puedo pensar en eso sin que me tiemble todo. No me acuerdo muy bien, en ese momento estaba como poseída y ahora, aunque trato, no recuerdo cuál fue su reacción. ¿Cómo se me ocurre? ¡Él no puede verme! Estoy segura de que a lo mejor ni cuenta se dio de lo que yo pensaba hacer. Y si Laura no hubiera llegado, ahora me estaría escondiendo por un rechazo y no por un "casi".

En fin, eso es lo que ha estado pasando. Han sido días raros que he tenido que ocupar de más para no tener mis conversaciones diarias con René, trabajando con Laura y haciendo otra cosa que siempre que pienso me pone de buen humor: pasar el rato con mis padres.

Sí, los llamé no mucho después de abrir el sobre de los resultados y no quisieron demorarse mucho en visitarme otra vez. Después de eso, han estado viniendo diario, a veces a almorzar, a veces solo a hablar conmigo (con el permiso de Laura, claro). Pasamos horas en la sala de Laura y he aprendido mucho sobre ellos en esas tardes juntos. Roberto trabaja en un bar por las noches y María es ama de casa. Viven en un cuarto pequeño un poco lejos de casa Vereau y apenas pueden con las deudas. Roberto dice que están trabajando para mantenerse a flote y por ahora están bien, pero a veces eso me preocupa un poco. Si alguien sabe cómo se siente la necesidad, soy yo. Me pregunto si podré hacer algo para ayudarlos pronto.

A veces me siento con ganas de darles la sorpresa y visitarlos en su propia casa (no voy a mentir, conocer cómo es la casa de mis padres biológicos es otra pequeña fantasía) pero ellos siempre se me adelantan. Mi versión de hace un año no podría creer esto: mis padres no pueden esperar para verme todos los días. Y lo compruebo cuando vienen y nos la pasamos hablando por horas: ellos me quieren. Me quieren tanto como pensé siempre que me iban a querer.

—Bueno... es mejor que nos vayamos, no quiero llegar tarde al trabajo —dice Roberto, levantándose del sofá con la misma sonrisa de siempre.

Llegaron hace un par de horas para almorzar y es bueno que haya tenido un tiempo libre en mi trabajo con Laura para poder atenderlos.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora