13. Trabajar para comer

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[Paloma]

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[Paloma]

No sé si lo que me recomendó René ha sido alguna trampa o un acto de bondad bastante sorprendente, pero no creo que pierda nada con intentarlo. Como sea, no me acuerdo de algún otro momento en que haya estado tan nerviosa como ahora.

—Laura... verás. Yo sé que has sido muy buena conmigo hasta ahora, pero... no. —Me detengo después del enésimo intento.

Hace rato que estoy aquí, sentada en la cama del cuarto que ocupo, pensando (o más diciendo en voz alta) las palabras que podrían sonar bien para pedirle lo que estoy a punto de pedirle. No es que le vaya a pedir que me regale dinero ni nada, pero pedir un trabajo es un favor tremendo. Además, me criaron con un orgullo tan grande que ahora la idea de pedir favores me resulta demasiado difícil.

—Laura. Tú tienes... ya sabes, muchos empleados, y... mierda —gruño, sabiendo que he vuelto a fallar.

Me imagino que cualquiera que haya pasado por mi puerta en la última media hora debe haber pensado que estoy hablando sola, pero más tarde me voy a poder preocupar por eso. Ahora mismo, lo único que quiero es completar una sola oración sin trabarme o comenzar a decir estupideces.

Me parece que la tengo. Las palabras correctas comienzan a ordenarse en mi cerebro, la frase perfecta ya no parece tan lejana ni borrosa, lo que tengo que decir ahora se ve un poco más claro y entonces...

—Lauraporfavortelosuplicodameuntrabajo...

La he perdido. Creo que los nervios me están impidiendo mantener la concentración.

—Necesito un trabajo para...

No.

—Quiero un trabajo porque me da vergüenza vivir aquí gratis y...

No.

—En poco tiempo seré mayor de edad y me voy a ir.

¡No!

Yo solía ser la mejor para pensar bajo presión. ¿Qué me ha pasado? ¿Es que la comodidad de los ricos me ha ablandado? ¡Enfócate, Paloma! Esto no es nada comparado con todo lo que te ha pasado antes.

Oigo golpes en la puerta cerrada. A pesar de haber pasado ya semanas aquí, no me acostumbro a tener mi propia habitación, mucho menos que la gente toque para poder pasar.

—¿Sí? —contesto, qué patética me siento.

Soy yo, Paloma, ¿puedo pasar?

La he llamado con la mente. O eso, o era cierto eso de que alguien me ha escuchado hablar sola diciendo su nombre una y otra vez y ha ido a llamarla para comunicarle que yo la estaba invocando.

—Sí —le contesto, para que no piense que la estoy ignorando.

Ella abre la puerta y se interna en el cuarto de manera educada. Hoy está vistiendo casi como el día en que la conocí, solo que tiene el pelo atado en un moño bajo que le queda muy bonito. A pesar de que he pasado mucho tiempo con Laura desde que me trajo a su casa, ahora mismo estar frente a ella me produce una tensión que no sé si pueda manejar.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora