54. La verdadera historia

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[Paloma]

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[Paloma]

—¿Me repites otra vez qué fue lo que dijo René? —pregunto.

Diego suspira con diversión desde el asiento del piloto. Sí, ya sé que no le debería hablar cuando está manejando, pero es que las cosas no me quedan claras.

Hoy es mi cumpleaños, por cierto. Creo que no se lo dije a nadie, o al menos no me acuerdo. Las únicas que me han saludado han sido mis madres, que me llamaron por teléfono en la mañana para cantarme a coro junto con todos mis hermanitos. Después... nadie. No digo que esté mal, ¿eh? No es que lo haya ido contando a todo el mundo.

Pensé que sería un día de lo más aburrido hasta que René me pidió que fuera a recoger unas cosas a la casa de Paola y Diego se ofreció a llevarme. Y ahí empezó lo raro porque cuando me dejó en la casa de Paola me dijo que volvería por mí en un rato. Le dije que me podía regresar yo sola, pero me insistió en que René le había pedido que por favor me llevara y trajera, así que ya no pude decir nada y me tuve que quedar a esperar. No me importó, todo fue normal, Paola y yo hasta vimos una película en lo que Diego se tardaba. Creo que esa ha sido la mejor parte de mi cumpleaños hasta ahora después de la canción desafinada de mis hermanos.

Cuando volvió Diego ya habían pasado por lo menos dos horas. Paola me dio una caja que no quise abrir ni aunque me muriera de curiosidad y me subí al auto para volver a casa Vereau. Eso fue hace como una hora. Si hubiera tráfico lo entendería, pero nos estamos demorando una eternidad en llegar y a mí no se me conoce por mi paciencia.

—Dijo que "hiciera lo que hiciera, tenía que hacer un camino seguro a casa", eso hago —explica, tranquilo.

—¿Por qué? —pregunto—. ¿Qué tiene de malo el camino de siempre?

—Solo sigo órdenes. —Se encoge de hombros.

—Ya, órdenes de René.

Si se lo hubiera dicho Laura o Doménico, no me parecería raro. Pero se lo ha dicho René. Diego ha visto a René desde que era niño, la confianza que se tienen esos dos es muy diferente a esto.

—Podrías tomarlo como un gesto bonito —sigue—. Él está preocupado por tu seguridad.

—¿Pero por qué hoy? ¿Ha tenido visiones o qué?

—Tú sabes que René a veces puede ser impredecible.

—Eso no hace que esto sea menos aburrido —suspiro.

—¡Ouch! —ríe.

—¡No es que pasar tiempo contigo sea aburrido! —exclamo al momento—. Pero tú ya sabes que no me puedo estar quieta y llevo como dos años metida aquí...

—Ya vamos a llegar —se ríe.

Suspiro y me desparramo en el asiento. No quiero quejarme, pero el tráfico es demasiado aburrido.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora