4. Solo por ella

195 27 10
                                    

[Paloma]

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

[Paloma]

No estoy tan segura de lo que quiero hacer en este momento: si quiero salir corriendo para no volver jamás o, por el contrario, quedarme aquí para siempre.

Es que no sé qué pensar ni qué hacer, me mata no saber qué pasará el día de mañana, y el siguiente, y el siguiente y todos los demás hasta que me tenga que ir de aquí. Además, debo agregar que ha sido un día agotador y a pesar de que estoy más cansada que nunca, no puedo pegar un ojo. Incluso ahora, que estoy cómoda en una habitación tan bonita, acostada sobre la cama más suave y cómoda del mundo. Han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo.

Hace un rato, por ejemplo. Después de conocer a René, solo estuve segura de una cosa: no quería volvérmelo a cruzar por el camino en lo que me quedaba de vida. ¿Cómo se suponía que iba a lidiar con él sin explotar en el proceso? Porque es que yo no me dejo, ¿eh? Si alguien me busca, me encuentra.

Yo no sabía que era ciego antes de quedarme a solas con él para presentarme. A lo mejor fue mi error por no habérselo preguntado a tiempo a Laura, una vez que estuve ahí me di cuenta de que no tenía los recursos como para gestionar la situación. Lo supe más cuando comprendí que había hecho un comentario estúpido, aunque sin querer.

Por supuesto que otra cosa que tuve clara al instante fue que nada justificaba la manera en que ese tipo trataba a los demás. Si así me había tratado a mí, a quien acababa de conocer, no quería ni imaginarme cómo trataría a las personas que lo rodeaban a diario. Di gracias sinceras mentales por no ser una de ellas (a pesar de que estuviera a punto de serlo, por desgracia).

No tuve idea de a dónde se había ido René una vez que me hubo dejado sola en la biblioteca después de habernos presentado, solo agradecí que fuera lejos de mí. Fue por eso que, cuando Laura se acercó a mí con una sonrisa esperanzada y me preguntó cómo me había ido, se me marchitó el corazón y necesité mucha fuerza de voluntad para contárselo.

—Lo siento, de verdad lo siento —se disculpó, llevándose una mano a la frente—. Pero no, ese muchacho me va a tener que escuchar.

—No es necesario, de verdad —insistí. Sí, claro que era necesario.

—¿Pero cómo no va a ser necesario? Ya me imagino lo mal que debió tratarte...

—Solo está asustado, creo. —Me encogí de hombros—. Es la forma que ha encontrado para descargarse, o algo.

Algo tenía de cierto lo que estaba diciendo, pero no, no estaba de acuerdo. Lo estaba diciendo más por cortesía, él seguía siendo el hijo de Laura, después de todo. Creo que si hubiera sido cualquier otra persona, a lo mejor no hubiera sido tan amable.

—Mi hijo no es así, de verdad —aseguró Laura. Amor de madre, le dicen.

—Te creo, descuida —le dije yo, más como para tranquilizarla.

Amar a la nada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora